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El tiempo humano enlaza
con la eternidad gracias al refrendo de la persona.
La persona, en el
ascensor acristalado, debe abrir los ojos. Si los cierra o se dedica a su
soberbia, sin adorar, el ascensor sigue subiendo, pero el hombre vive en soledad.
Lo que debe hacer la persona ascendente es abrir los ojos, aprovechar el retraso del tiempo físico para crecer en virtud.
Más aún, tiene ya la capacidad de contemplar, al
abrirse, transcendentalmente, el panorama.
Sí, el panorama se amplía
al estar cada vez más elevada. (Y cuenta, además, en el interior del ascensor,
con la pantalla de la vida sobrenatural que le anticipa algo de la vida
eterna).
Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana.
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