José Ramón Ayllón cuenta en Métáforas:
"Hace tiempo escribí dos novelas sobre un chico
de Vigo y una chica de Barcelona.
Ella cambiaba de ciudad y se matriculaba en el
instituto del muchacho.
Intenté pintar el paisaje y la vida de un grupo de
amigos jóvenes, con sus típicas relaciones. Reconozco que escribí con esmero,
pues pretendía un canto a la amistad y
una historia de amor.
Después llegaron las cartas y correos de los lectores,
sobre todo adolescentes que se veían reflejados en estas páginas. En algunos
casos tan reflejados como en un espejo.
Marta, por ejemplo, que también era nueva en un
instituto escribía: Supongo que no me va a creer si le digo que me ha pasado lo
mismo que a Paula en su novela: hay un chico muy especial que me llena de
miradas furtivas que me lanza en clase.
Marta resumía toda la intensidad de su sentimiento con
una frase mínima y magnífica: DIOS MÍO, NUNCA PENSÉ QUE FUERA A SENTIR TANTO
CON TAN POCO.
Amigo de los matices, reconozco que me gustó
especialmente ese DIOS MÍO.
Quizá de forma inconsciente, esa espontánea invocación daba la clave de todo lo que el amor tiene de complejo y misterioso...
Quizá de forma inconsciente, esa espontánea invocación daba la clave de todo lo que el amor tiene de complejo y misterioso...
Se nos presenta como una obra maestra del mismísimo
Creador."
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