Hay dos sentidos de la
realidad según Aristóteles: no es lo mismo una montaña que el acto de “conocer”
la montaña.
Aristóteles distingue dos
sentidos principales del acto enérgeia y entelécheia.
"Conocer” en acto, enérgeia,
no es lo mismo que ser "una cosa en acto", entelécheia.
Si el acto de conocer una
mesa, enérgeia, fuera una mesa, (entelécheia), si fuera real como lo es una mesa,
no podríamos pensar más, el conocimiento se acabaría como se acaba la mesa.
Se trata de dos tipos
distintos de realidad.
De ahí que no sea
adecuado llamar a la persona “substancia”. Pues la substancia la entiende
Aristóteles como entelécheia, acto acabado.
La persona es el
subsistente racional, espiritual. La persona no es una montaña, no está
"acabada", sino abierta.
Al acto de conocer,
Aristóteles lo llama enérgeia (energía) y a la cosa “en sí” entelécheia
(en castellano, entelequia).
El ser capaz de conocer
tiene unas “energías” que no son materiales.
La realidad, al margen de
la mente, es la entelécheia, que es un sentido del acto y de la
realidad, distinto del sentido del acto propio al “conocer”.
La noción de enérgeia recorre
toda la filosofía de Aristóteles, desde los fragmentos de sus obras juveniles
que nos han llegado, hasta sus libros tardíos.
La enérgeia es
acto de la mente, del noús, en tanto que se despierta, en tanto que
posee, inmaterialmente, la verdad de la cosa.
La entelécheia es
la verdad de la cosa, la realidad en sí; la realidad en tanto que verdadera en
sí. La realidad como ousía.
La solución de
Aristóteles abre enormes horizontes de pluralidad, pues el acto, el ser, se
dice de muchas maneras.
Habrá que descubrir, por
ejemplo, otro sentido del acto: el acto de ser del universo.
Y más aún, encontrar el
"acto de ser personal".
El talante de Aristóteles
nos sirve para estar atentos. Para no concluir prematuramente nuestro viaje.
Para ser humildes.
La verdad no es mi
pensamiento. Mi pensamiento no es una cosa “en sí”.
Al menos somos dos.
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