Para ser personas
necesitamos un Padre.
Él es el Origen.
La paternidad divina implica
que tengamos hermanas y hermanos.
De ahí que podamos sostener
que la fraternidad es también radical en la persona humana.
Dios, sin embargo, ha
querido darnos una Madre, que nos enseña a ser hijos y hermanos.
Es Madre por ser la mejor
hija.
Y es la mejor hija porque
fue "elegida" para ser esposa del Espíritu Santo.
La esponsalidad es un don (y
como todo don es "esencial") para colaborar con la paternidad divina.
Pero solo María es Esposa de
Dios.
Nosotros no somos ni esposos
ni esposas del Espíritu Santo.
Nuestra paternidad o maternidad
"espiritual" procede de nuestra filiación y de nuestra fraternidad.
No procede de nuestra esponsalidad.
La esponsalidad es, pues,
esencial, y por lo tanto, no radical. No pertenece al acto de ser humano.
La persona humana no tiene
su réplica en su interior, debe buscarla fuera, al aportar su don, su esencia
humana, su vida.
La esponsalidad es un don
subordinado a nuestra misión.
María es esposa de Dios.
Los demás hijos de Dios
somos esposos y esposas si somos llamados a procrear.
La procreación es necesaria
a la especie y no al individuo.
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