Se dice que el obrar sigue al ser (operari sequitur
esse).
Esto es sencillamente cierto cuando se trata del ser
natural del universo físico o ser primero.
Las obras, las formas, aparecen en el caleidoscopio
que es la naturaleza, constreñidas por las condiciones iniciales del ser del
universo.
Un peral lo más que puede dar son peras.
La sustancia es así sujeto y agente de las acciones
que ejerce. No te acerques al perro que te puede morder.
La mujer y el hombre, las personas humanas somos
también seres intraterrestres, sujetos y supuestos de nuestras acciones. En
cuanto seres naturales que somos, respiramos, tosemos, ensuciamos y reímos
según nuestro ser.
Pero lo que la filosofía poliana de la distinción
destaca es que, además de ser natural, el hombre es un ser personal.
El ser personal humano es "además". No es
solo sujeto o sustancia, porque el hombre obra libremente; no obra tal y como es, sino que obra como le da la gana.
Por eso inventa novedades, descubre instrumentos y
consigue volar, navegar en internet y hasta soñar despierto.
Las obras no siguen al ser personal. Son amorosamente
inventadas por cada quién.
Glosa
a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico
nº 95. 2009, p. 330.2
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