En "poseer", realmente, un aspecto de la
realidad.
Aunque el objeto, que no es otra cosa que su
intencionalidad, sea irreal, el acto de conocer sí que es real, posee realmente
esa intención.
La operación intelectual, inmanente, no es en modo
alguno despreciable: cuando conozco un perro, conozco un perro.
Es cierto que comporta limitación, pues sólo conocemos
un perro, pero lo conocemos, aunque le conozcamos limitadamente.
El conocimiento objetivo es inalterable, "lo
mismo". Podemos hacer pie en él.
Introduciendo ese límite podremos actuar y dar de
comer a ese perro o lanzarle un hueso.
De esto
habla Polo en Antropología trascendental I, p. 125.2
.
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