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El ser vivo, como un ordenador, tiene una especie de memoria que guarda los mensajes recibidos, que son integrados y al mismo tiempo activan otras posibilidades (potencialidades, potencias formales) contenidas en cada ser vivo.
La forma del ser vivo crece así hacia su fin.
Aunque, de entrada, podría parecer que está vacía, su forma, su torre de control, su alma, está ya programada a un fin (es el modelo morfotélico). Vivir es así crecer hacia ese fin.
Sin embargo, la memoria del ser vivo humano está abierta a recibir nuevos mensajes no contenidos en la vida recibida de los padres.
Es una memoria que pertenece a una persona humana. De ahí que podamos hablar de potencias espirituales que no son propiamente formales.
El alma humana tiene esas potencias espirituales no recibidas de la vida de los padres sino añadidas por la persona a la que pertenece.
Podemos llamar a esta memoria : memoria de futuro.
Glosa a Genara Castillo. Planteamiento poliano de la constitución y desarrollo de la vida humana. Studia Poliana 11, p.11
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