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Nuestros padres, como los progenitores de los animales, nos transmiten el material biológico propio de nuestra especie.
En el hombre, los diferentes órganos y el sistema nervioso humanos se desarrollan de modo semejante a la embriogénesis animal.
La característica biológica de nuestra especie consiste en la programada aparición de un sistema nervioso mucho más complejo y "caótico" que el del animal, que permitirá al hombre integrar funciones superiores.
Ahora bien, precisamente porque ese sistema está ya programado desde la concepción, podemos decir que a la vida biológica recibida de nuestros padres se añade, desde el primer instante, la apertura a una vida superior. Es lo que Polo llama "vida añadida".
Esta dualidad inicial (vida recibida y vida añadida) constituye un tipo nuevo. Que es un tipo único : el espíritu que se manifestará a través de "ese" cuerpo, y no a través de otro.
No somos espíritus que descienden al mundo, sino espíritus humanos, que, desde el primer instante estamos anclados en el tiempo gracias al "cuerpo" concreto recibido de nuestros padres.
Nuestros padres participan así en la materialización de nuestra originalidad típica.
La embriogénesis humana no es pues un proceso al final del cual aparecerá un hombre, sino el desarrollo inicial del cuerpo de un hombre ya constituido como persona humana desde el instante en que se da la dualidad vida recibida + vida añadida.
Glosa a Genara Castillo. Planteamiento poliano de la constitución y desarrollo de la vida humana. Studia Poliana 11, p.14
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