El corazón endurecido no puede entrar en el Cielo
porque Dios es Amor.
El Juicio consistirá en la aceptación o no de
nuestro don, de nuestra vida.
El corazón endurecido no sabe dar.
De ahí que son condenados los que no dieron de
comer, o de beber, o no visitaron a los prisioneros.
Se van al infierno por pecados de omisión.
Los que no conocieron a Jesús en esta vida, irán
al Cielo si su corazón es dadivoso.
La Vida del Cielo (gracia santificante) supone la
naturaleza, la prolonga. Son hombres y mujeres de buena Voluntad. No daban por
lo que podían ganar, sino por efusión de su espíritu que ha sido creado para
dar.
El cristiano goza ya, en la medida de su unión
con Cristo, la alegría del dar misericordioso, que no busca su paz interior,
sino manifestar el Don recibido del Espíritu.
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