Dios condena los pecados de omisión porque son
una manifestación del corazón endurecido.
Es cierto que muchas omisiones se cometen sin
pleno conocimiento y deliberado consentimiento. Son más bien una falta de
atención. Pero ¿por qué había esa falta de atención? Seguramente porque el yo
se aferra al tener y le falta la actitud del dar.
La ceguera y endurecimiento del corazón es el
fruto de omisiones anteriores voluntarias. Por eso el Catecismo (n. 1859) dirá
que la ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón no disminuyen sino
que aumentan el carácter voluntario del pecado. Es una elección personal del
que va a la suya, y merece la condena del Señor.
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