A veces imaginamos el espíritu como si fuera un
fantasma. Un ser de materia etérea, pero materia al fin y al cabo.
La materia es potencia pura, no existe sin una forma
que al menos sea cantidad "partes extra partes", partes que
podemos denominar "átomos", relacionados unos con otros.
Espíritu es lo que puede existir sin materia.
Lo inmaterial no tiene partes. No podemos, por lo
tanto, "imaginar" lo inmaterial, o dibujarlo en un ordenador con la
forma de un fantasma.
Lo inmaterial podemos "sentirlo". Como el
pato puede sentir el dolor o el placer de la humedad. Porque "sentir"
es un acto de conocimiento (conocimiento sensible) y todo acto de conocimiento
es, él mismo, inmaterial, aunque necesite de un órgano que al inmutarse
presente la forma sensible.
Sin embargo, el pato y la pata no están abiertos por
dentro. Sus sensaciones inmateriales van siempre unidas a los cambios de sus
átomos, de sus órganos sensibles. Sus representaciones imaginativas están
siempre unidas a las condiciones materiales concretas. Por ejemplo, imaginamos
un perro, pero no podemos imaginar "el" perro, la esencia de perro.
Las mujeres y los hombres, las personas, sí que podemos
despertarnos. Y pensar el placer o el dolor, sin sentirlo. "Sabemos"
lo que es.
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