La aporía es lo contrario de la libertad.
"Áporos", falta de salida, sin poros.
Para el libre, encontrarse con una aporía es topar con
un obstáculo, con una falta de camino transitable…
Sin embargo, sin la aporía, sin el adversario, la cosa
no tiene gracia, la aventura de la vida no lo sería.
La libertad crece esencialmente superando obstáculos.
Si las dificultades son de poca monta, la libertad se
pierde en la frivolidad: elecciones sin peso pues no nos jugamos nada.
La vivencia de la libertad radical es otro cantar.
Aquí las dificultades son enormes pues arriesgamos la vida, el destino.
Entramos en nuestra libertad cuando nos metemos en
esas complicaciones que nos comprometen. Cuando tenemos que echar mano de todas
nuestras energías para que nuestro proyecto se abra cauce.
La aporía pone el péndulo de la libertad a su hora.
Soy libre porque soy hijo (libertad nativa) y estoy comprometido en las tareas
(obstáculos, aporías a desatascar) que mi Padre me confía.
De
esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 245
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