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Aporta muchísimo.
Pensemos, por ejemplo, a la unidad e indisolubilidad del matrimonio.
Si lo que se entregan los que se casan es la vida, es evidente que la vida no se puede dividir. Es uno con una.
Y es para siempre porque la vida es un acto superior que comprende todos los cambios de la historia personal.
Es también el modo más humano de considerar la "esencia", que ya no es una noción descarnada sino la "vida" de cada mujer o de cada hombre.
Y cara a la eternidad, el don que Dios debe acoger es mi vida. La vida que yo edifico.
En mi Juicio sabré quién soy.
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