La buena voluntad, o el no tener el corazón
endurecido, bastan para entrar en el Cielo.
Pero el Espíritu Santo corona con sus dones
nuestras aperturas trascendentes.
Eso son los dones del Espíritu Santo, “nuevas” intervenciones divinas para
nuestra santidad y felicidad eternas.
Los trascendentales son jerárquicos y desde el Amar, el Espíritu Santo los corona con novedades.
El Amar tira del Entender y el Entender de la libertad y la libertad de la
humildad.
No es lo mismo la ayuda de Dios que hace a los hombres de buena voluntad
que la “novedad” de la llamada a la santidad (Adan la recibió pero la perdió).
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