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Atención, cuando decimos
“de entrada” nos estamos refiriendo a la persona humana tal como nace en el
tiempo.
Somos espíritus en el tiempo.
En Dios la persona es siempre hija, nunca está sola.
Pero ahora nos referimos
a la intimidad solitaria de la persona que “aún” no se conoce enteramente.
De entrada, la persona
humana es un co-ser libre, abierto hacia adentro.
Pero no tiene réplica en su interior.
Pero no tiene réplica en su interior.
De entrada no conozco a
quien me acompaña, aunque me sé acompañado.
Somos, de entrada, una intimidad solitaria.
Somos, de entrada, una intimidad solitaria.
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