¿Cuál es la verdad más alta de los hombres libres?
La concupiscencia en Leonardo Polo según Copilot
Respuesta breve:
Para Leonardo Polo, la concupiscencia no es simplemente el deseo desordenado como en la tradición clásica, sino una manifestación de la limitación del hombre: un modo en que la libertad se ve afectada por la tendencia a absolutizar los bienes sensibles, reduciendo la apertura del ser humano a su verdadera trascendencia.
🌿 Concupiscencia en la antropología poliana
Leonardo Polo (1926–2013), filósofo español, desarrolló una antropología filosófica muy original. En ella, la concupiscencia se entiende como:
- No mera sensualidad: Polo distingue entre el apetito sensible y la concupiscencia. Esta última aparece cuando el hombre absolutiza un bien parcial, como si fuera el bien total.
- Limitación de la libertad: La concupiscencia es un “error práctico” de la libertad, que se apega a lo inmediato y olvida la apertura hacia el bien pleno.
- Dimensión ética: No es solo una inclinación natural, sino una distorsión del ejercicio de la virtud. Por eso Polo la vincula con la necesidad de formación moral y con la virtud como corrección.
- Relación con el pecado original: Polo, en continuidad con la tradición cristiana, reconoce que la concupiscencia es una consecuencia del pecado original, pero la interpreta filosóficamente como una herida en la libertad humana, que tiende a cerrarse sobre sí misma.
📖 Comparación con otras tradiciones
- San Agustín y Santo Tomás: Para ellos, la concupiscencia es la inclinación desordenada hacia los placeres sensibles.
- Polo: Va más allá: la concupiscencia es un fallo en la apertura del hombre al bien trascendente, una reducción de la libertad a lo inmediato.
✨ Claves polianas
- Virtud como antídoto: La virtud abre la libertad hacia el bien real y evita la absolutización de lo parcial.
- Concupiscencia como cierre: Es un “cierre” del hombre en lo sensible, que impide la plena realización de su ser personal.
- Antropología trascendental: En el marco de su filosofía, la concupiscencia es una de las formas en que se manifiesta la limitación radical del hombre, que necesita apertura a Dios para superarse.
En resumen, la concupiscencia en Leonardo Polo es la tendencia de la libertad a absolutizar bienes limitados, cerrándose al bien pleno y trascendente. No se reduce a la sensualidad, sino que es un problema más profundo de orientación existencial y ética.
¿Es libre la generación del Hijo?
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¿Por qué el hombre tiene un problema ecológico?
María Corredentora. Artículo de Antonio Ducay
Autor
Antonio Ducay
Publicación
18 de
noviembre de 2025
El reciente
documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Madre del pueblo
fiel, ha vuelto a plantear la cuestión del título Corredentora aplicado
a la Virgen María.
La dificultad de este título reside en la ambigüedad que puede introducir
respecto a qué corresponde propiamente a Cristo y qué a María en la obra de la
redención.
El título
Redentor posee dos dimensiones que conviene distinguir.
La primera se
refiere al agente de la redención;
la
segunda, al modo en que esta se realiza.
Ambas
dimensiones son esenciales para hablar con propiedad de redención.
En cuanto al agente,
sólo Dios puede ser Redentor. Redimir implica eliminar el pecado y comunicar la
gracia, es decir, conceder al ser humano la vida divina: una acción que
pertenece exclusivamente a Dios. La redención es, en este sentido, una nueva
creación, y sólo Dios tiene poder para crear.
Respecto al modo,
la obra redentora se realiza mediante la Encarnación del Verbo. Con sus
palabras y acciones, con su entrega y sacrificio, Cristo mereció la salvación
del género humano y, ahora, glorificado a la derecha del Padre, comunica Él
mismo esa salvación.
De
estas dos dimensiones se sigue que Cristo es Redentor por la unión
hipostática. Esta unión hace que sus actos humanos y su pasión sean
realmente redentores, pues en ellos se hace presente la eficacia transformadora
del amor omnipotente de Dios.
Sobre este
trasfondo se entiende el núcleo de la ambigüedad del título aplicado a María.
Si Corredentora se
entendiera en sentido estricto, situaría a la Virgen en el nivel mismo de la
acción divina, junto al Padre y al Espíritu Santo, lo cual es inaceptable. Sólo
Cristo es Redentor en ese sentido, porque Él es el Dios hecho hombre. De ahí
las palabras del Papa Francisco, que en una Audiencia General de marzo de 2021
recordó que a la Virgen hay que mirarla como Madre, “no como diosa, no como
corredentora”.
¿Cómo se
explica entonces que exista una tradición que emplea este título, incluso entre
algunos pontífices?
La razón es
que, con frecuencia, la redención se entiende bajo el aspecto de obra
redentora, es decir, como el conjunto de acciones y padecimientos de
Cristo. Se subrayan de modo particular sus actos humanos de entrega y
obediencia al Padre. Estos actos son imprescindibles, porque sin ellos no
podría hablarse propiamente de redención, que comporta una acción de rescate.
En ese
nivel, resulta comprensible atribuir una cooperación especial a la virgen María, cuya vida fiel, pura y sin mancha
estuvo íntimamente unida a la de Cristo. Sus sufrimientos y méritos, asociados
a los de su Hijo, pueden entenderse como una contribución subordinada en la
obra redentora en favor de los hombres.
De
ahí que algunos teólogos sostengan que la salvación —fruto justo de la obra
redentora de Cristo— puede considerarse también, no por estricta justicia sino
por concesión gratuita de Dios, fruto de los méritos y sufrimientos de María. Y
expresan esta intuición con el término corredentora.
Sin embargo,
teniendo en cuenta el profundo enraizamiento de la redención en la unión
hipostática —Cristo es Redentor porque es el Verbo encarnado—, cabe preguntarse
si el título corredentora refleja adecuadamente la distinción
entre lo que nos alcanza Cristo y lo que nos alcanza, en Él, su Madre.
Quizá
sea más acertado interpretar la íntima unión de María con Cristo a lo largo de
su vida, y de modo especial en el misterio de la Cruz, como expresión de
su maternidad espiritual y de su maternidad en la
Iglesia, dimensiones indudables y específicas de su cooperación en la obra
salvadora. Existen, por supuesto, otros modos de cooperación con la redención
en sentido amplio (cf. Col 1,24), pero tal vez el modo proprio de María
encuentre su lugar teológico más claro en su condición de Madre.
El
documento Madre del pueblo fiel recuerda en esta línea
que el título de Redentor corresponde propiamente sólo a
Cristo, y que conviene mantener una “religiosa y delicada cautela” al plantear
cualquier forma de cooperación en el ámbito de la redención (n. 20). No se
prohíbe el uso del título Corredentora, ni se niega que pueda tener
un sentido teológico correcto, pero se advierte que las posibles confusiones
que puede suscitar aconsejan usar otros títulos que expresen con mayor claridad
el papel de María en la salvación y en la vida de la Iglesia. De ahí el juicio
de inoportunidad expresado en el documento.
Considerando
los matices teológicos implicados en la discusión sobre la Corredentora —algunos
mencionados en estas líneas y otros no—, parece prudente evitar afirmaciones
tajantes sobre el tema y favorecer una reflexión serena e integral que sitúe el
misterio de María en el lugar que le corresponde: al centro —sin ser el centro—
de la economía de la salvación.
Antonio Ducay
18 de
noviembre de 2025
¿Qué designa el co- del co-ser?
La persona humana sabe de sí.
Y este saber de sí está designado por el prefijo “co-“.
Ideas sacadas del “compendio” de Antropología “el hombre como persona” de
Juan A. García González.
¿Por qué caracteriza Polo el ser humano como un ser que co-existe?
Polo dedica a la co-existencia humana las páginas 203-211 del tomo I de su Antropología trascendental.
las aperturas:…………………….…………..Etiqueta 5.8.0
el ser de la persona humana:………..Etiqueta 5.0.0
el rasgo de la dualidad:…………….……Etiqueta 5.4.1
el trascendental co-ser:……………..….Etiqueta 5.5.1
¿Cómo se entiende bien la esencia del universo?
¿A qué llamamos apertura trascendente?
Llamamos apertura trascendente al fruto de la llamada inicial de Dios.
La llamada inicial de Dios se puede describir según los cuatro radicales personales:
gracia inicial o humildad nativa (según la co-existencia).
esperanza nativa (según la libertad)
fe nativa (según el entender personal)
caridad nativa (según el amor donal).
Me explico:
Dios, al crearnos libres, nos llama.
La llamada inicial crea, en libertad, los cuatro radicales personales.
Y la persona se abre así, en su interior, al nacer, según las cuatro aperturas que llamamos trascendentes y que son el fruto sabroso de la llamada inicial. Las cuatro son nativas al ser creada la persona humana, el acto de ser personal.
No son la gracia santificante ni las virtudes teologales de la teología. Son aperturas trascendentes que todos tenemos y que, me parece, ayudarán a los teólogos en su comprensión del organismo sobrenatural.
Estas cuatro aperturas se pueden describir como:
1. aceptar. Fruto de la llamada inicial. Es la “humildad nativa trascendente”. (Apertura del co-ser).
2. además. Fruto de la llamada inicial. Es la “esperanza nativa trascendente”. (Apertura de la libertad trascendental).
3. buscar. Fruto de la llamada inicial. Es la “fe nativa trascendente”. (Apertura del intelecto personal).
4. dar. Fruto de la llamada inicial. Es la “caridad nativa trascendente”. (Apertura del amar donal o personal)
Las virtudes infusas teologales las estudiaremos en la etiqueta 12.8.0 y también en la etiqueta 5.16.2, en tanto que "nueva" creación.
5.13.2 Humidad o abajamiento
5.13.3 Fe o alumbramiento
5.13.3 Misterio
5.13.4 Esperanza o alianza o amanecer o aurora
5.13.5 Caridad o arrullo
¿Es elevada la amistad por la caridad?
La
caridad “natural”, o caridad nativa es una de las aperturas trascendentes del acto de ser humano.
La
caridad “sobrenatural”, sin embargo, es una anticipación del crecimiento amoroso que
tendremos en el Cielo.
Ambas
inhieren en el acto de ser personal.
El
vínculo amoroso con Dios Espíritu Santo, Amor (que es la apertura trascendente natural o caridad natural nativa) es enriquecido
con la anticipación de nuestra vida amorosa en el Cielo, que no es otra cosa
que la caridad sobrenatural.
Y ese enriquecimiento del Amor personal, natural y sobrenatural a la vez, repercute en la voluntad y hace que la amistad pueda ampliarse cada vez a más personas y, sobre todo, que crezca nuestra amistad con Dios.
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Estas
ideas están inspiradas en el texto siguiente (que he interpretado a mi manera)
de Sellés en Teología para inconformes :
“Esta
es la tesis central que aquí se va a defender: la caridad (sobrenatural) eleva el amor
personal (natural), que es la dimensión superior del ‘acto de ser’ humano.
Pero
dicha tesis, que es explícita en muchos textos de Polo, no lo es en todos, pues
en alguno indica que la caridad eleva la amistad[1], la cual, si bien
es la más alta virtud de la voluntad, al fin y al cabo es una virtud de esa
potencia, y por ende, pertenece a la ‘esencia’ del hombre”.
[1]
“El Evangelio de la caridad sorprendió a los paganos, pues lleva consigo la hermandad
de espíritu de acuerdo con la filiación divina. Sin embargo, la caridad
cristiana, que eleva la amistad, debe recoger también las características que
le son propias. Tomás de Aquino sostiene que la amistad es una virtud. Conoce
muy bien la Ética a Nicómaco, a la que comenta pausadamente de un modo
casi literal, pero sostiene también que la amistad y la caridad son diferentes.
Por eso, en la Suma Teológica, en rigor, no se habla de la amistad sino
de la caridad”. Polo, L., Ibid., 473-474.
¿Cuál es la primera descripción que hace Polo de la intimidad?
La primera descripción que Polo hace de la intimidad es presentarla como subsistencia.
Entendiendo la subsistencia como una radicalidad que se mantiene, que renace, que rebrota, que no se agota.
Es una radicalidad, que es principio de las operaciones propias de su naturaleza, pero nada más.
Es más que dar de sí.
La sustancia, sin embargo, llega un momento que no puede dar más de sí.
Es además.
16 marzo 2021. Coexistencia y carácter de además. La persona humana. Apertura y libertad.
https://www.youtube.com/watch?v=z3JX3ZEeYRk
¿Qué es el bien?
¿Dónde colocar "la vida humana" en la Antropología trascendental de Polo?
La vida es el don.
El acto de ser personal humano consta de cuatro radicales que son los trascendentales personales : co-ser (además), libertad trascendental, intellectus ut actus y amar.
Pues bien, el trascendental "amar" es una tríada amorosa : "aceptar", "dar" y "don".
Esta es una de las genialidades de Polo : el "don" que la persona entrega no es otra cosa que su esencia humana, su vida, que edifica en el tiempo.
.
¿De qué modo se añade la vida añadida a la vida recibida?
Polo habla de vida recibida y vida añadida.
Pero no como dos vidas.
No se pueden dar por separado.
La vida humana o esencia humana es susceptible de crecimiento irrestricto.
El añadido inicial y durante el primer desarrollo del niño, no es consciente.
De ahí que podamos hablar de un refuerzo o asistencia permanente de la vida, manifestación de la persona creada.
¿A qué llamamos amar donal o "amar personal humano"?
Sesión sobre el Amar personal de Juan Fernando Sellés
El amar donal en la tesis de Adam Solomiewicz
39. El cuarto trascendental personal es el amar
donal. La persona humana no sólo tiene la capacidad de amar, sino que es amar: la actividad trascendental
personal es amorosa o no es personal.
40. El amar
personal es donal: dar es la actividad
trascendental por antonomasia. Es lo que quiere decir el carácter de además: efusividad, siempre ir a más, puro sobrar
sin consumarse, no agotarse nunca.
41. Toda la actividad donativa es triádica,
puesto que siempre la constituyen tres miembros: la persona que otorga el
regalo (el otorgar), la persona que lo acoge (el acoger) y el regalo (el don).
Los dos primeros miembros (el otorgar y el acoger) siempre son personales. El
tercer miembro (el don) es infra-trascendental y siempre
tiene cierta manifestación material, cuando la persona que regala es humana.
42. En la actividad
donativa trascendental (el amar donal)
los tres miembros de la estructura donal
son: la persona como dar, la persona como aceptar y el don.
43. La primera
tesis acerca del amar donal es ésta: aceptar no es menos que dar. En la
estructura donal de la persona humana el aceptar y el dar son trascendentales.
Lo primero en la persona humana es aceptar
al propio Creador, debido a su carácter de criatura: su ser es el regalo del
Dios personal.
44. La persona
humana no se limita a la actividad trascendental aceptante, a acoger dones. La persona humana es orientada a dar dones
propios. El hombre da dones a su Creador (en tanto que Él es Aceptación divina) a través de las
propias facultades esenciales: la persona
necesita de su esencia para completar la estructura donal. La persona vehicula el dar personal a través de su
esencia.
45. La segunda
tesis acerca del amar donal es ésta: el don humano no pertenece al orden
trascendental, sino que está en el nivel esencial. Dar dones
trascendentales significa crear, donar existencia, y lo hace sólo Dios. La
persona humana es capaz de dar dones esenciales, con lo que el dar humano tiene
siempre sentido de devolución: la
iniciativa donante
primordial
arranca de Dios, y al hombre corresponde devolvérsela de acuerdo con su ser y
con su esencia.
46. El dar trascendental es dar sin perder, la
actividad superior al equilibrio de pérdidas y ganancias. El dar
trascendental puro es el Dar divino que da sin reservas ni pérdidas y con
ganancias. Las ganancias en Dios no son crecimiento, sino híper-crecimiento.








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