La libertad en tanto que persona o la persona como libertad (somos
libertad, incluidos en el ámbito de la máxima amplitud) crece en la medida en que
es elevada por el Amor de Dios.
Y crece también la extensión de la libertad que somos a través de
nuestro yo, que ve, y que quiere al mundo y a los demás, por Dios.
El grado de nuestra libertad esencial depende de la “realidad” de lo
que queremos.
La libertad permite cumplir lo que uno quiere, pero si lo que queremos
se acaba, pues se acabó la libertad.
No hay nada en el mundo que merezca la libertad inagotable que somos.
Las cosas no bastan. Disponemos de un programa informático tan potente que
emplearlo para sumar y restar lo enrobinaría, oxidado.
Al ser muy libre, tengo que serlo respecto de Dios, pues es menester
que haya correspondencia.
Y si los demás son personas como yo, al tratar con ellas (por ser
fuentes inspiradas y conectadas en Dios) puedo ejercer mi libertad radical y
personal.
Un cabello no tiene suficiente realidad para mi libertad. Pero el
cabello de mi amada…, eso es otra cosa.
De esto
habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 223.2
Para
saber más sobre la libertad
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1.1.2 libertad
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1.1.2 naturaleza y libertad
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5.5.4 libertad nativa
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5.5.4 libertad de destinación.
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6.1.5 libertad esencial o de
disposición
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6.8.0 metalógica de la libertad
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