El bien es la efusión del ser.
La verdad es el
desvelamiento del ser. El bien es su efusión.
El bien, me escribió un día
Jorge Mario Posada, es lo otro que el ser, en orden a la realización del ser.
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Hablemos primero del bien
del ser personal.
Veamos sus niveles:
1) El bien absoluto
es el Don de Dios. El Espíritu Santo que se identifica con el Dar y Aceptar
divinos.
2) El bien de la persona es
la efusión de su ser.
El bien trascendental personal es la efusión de las personas como
comunión de amor, siempre abierta al
futuro. Tal el fuego. Es un bien necesario. También se le llama bien absoluto,
en cuanto que se añade al Ser, sin añadirle nada.
A nivel trascendental, el
bien de la persona es el futuro no desfuturizable, pues Dios la asistirá
siempre. Siempre más. Es la Réplica de cada quién en Dios.
3) A nivel esencial el bien
personal es su don, es decir, su esencia creciente. La tarea de la
persona es hacer el bien que ofrecerá a Dios. Edificar su vida.
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Y ahora hablemos del ser del
universo físico, que es distinto del ser personal, pues no es libre.
1) El bien absoluto es Dios
como primer principio de Identidad.
2) El bien del universo
físico, a nivel trascendental es el futuro, sencillamente persistente.
3) El bien del universo, a
nivel esencial, es su esencia, el despliegue de la tetracausalidad que se
cumple gracias a la causa final. Por eso hay un adagio en filosofía que dice
que el bien tiene razón de fin.
Para saber más
Etiqueta 4.0 La esencia del universo.
Etiquetas 1.4.4 la tetracausalidad y 1.4.8 Causa final (ambas en construcción).
Etiqueta 1.0.2 Dar trascendental
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