Antes de la historia, el hombre tiene un
conocimiento de su Origen. Este conocimiento forma parte de la dotación
recibida de Dios con vistas a su culminación definitiva.
Conocimiento posible gracias a la integridad
esencial en que el hombre fue creado, en la que Polo llama “Antehistoria”.
El contenido de esa revelación debió ser el
alcanzarnos como hijos, gracias al hábito de sabiduría inocentemente ejercido.
La revelación primera se transparenta y al mismo
tiempo se deforma en las religiosidades posteriores.
Las más puras (como las de los pigmeos y patagones)
captan a Dios como padre y protector, constatando que se alejó en virtud de un
acontecimiento inmemorial que supuso la pérdida de la amistad del hombre con
Dios.
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