¿Es correcta la expresión aristotélica "inteligentia tamquam tabula rasa"?

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Es correcta en tanto que quiere decir que no hay conceptos innatos, que todo conocimiento intelectual es una ganancia neta. No tenemos ninguna reserva eidética (no nacemos con ideas).

Sin embargo, la expresión se entiende mal cuando sugiere que el entendimiento tiene ya una naturaleza (como una tablilla de cera intacta o una hoja de papel no escrita).
A ello se añade la engañosa sugerencia de que el conocimiento intelectual es pasivo y que los conceptos se forman en la mente por influencia de algo externo, como si ésta fuera una exigencia del realismo.

De esto hablan Fernando Inciarte y Alejandro Llano en "Metafísica tras el final de la Metafísica" p. 51, 2.

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¿Conocemos "ya" al conocer?

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Sí.

Intencionalidad en latín se dice intentio, que viene de intendere, palabra compuesta de dos ("in" y "tendere") : in-tendere.

"In" está tomado en el sentido de "estar".
El tender puede haber llegado ya a lo que se tiende: es el "estar".
El conocimiento posee "ya" el objeto, posee la intencionalidad, está "en" la intencionalidad, consiste "en" la intencionalidad.
La intentio ha llegado "ya".
No es un intento o un ensayo.
No es un movimiento transitivo o un intento de ensayo.
El objeto mantiene tenso el conocimiento.
Están conmensurados "en" un grado de intensidad.

"Tendere" significa el trayecto de lo conocido a la cosa, del objeto al aspecto de la cosa que se conoce. Pero el "in" indica que "ya" se ha llegado.

Co-acto entre acto de concoer y objeto.
Se está ya "en" la cosa conociéndola "intencionalmente".

Al mismo tiempo que se tiende a la cosa, el conocer está "ya" conociendo.
En todo el trayecto tendente se posee "ya" la cosa aspectualmente, con más o menos intensidad.
Lo conocido es más o menos intenso.

De esto habla Lluís Pifarré en su libro "Entender a Leonardo Polo", p. 68
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¿Por qué decimos que la intencionalidad "tensa" el objeto?

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La intentio no es "tendere-a", sino "tendere-in".
No hay que tender todavía a la cosa pues el "en" significa "ya".

Por eso podemos hablar de intensidad.
Poseemos más o menos intensamente (intencionalmente) la realidad.
El conocimiento no es una flecha, o si lo es es una flecha que "ya" ha logrado la diana.

La luz física es como una flecha velocísima (con la velocidad de la luz), que salva la distancia, eliminando el espacio.
Pero la flecha no puede vencer el tiempo, detectando los cambios que se producen en la diana. Si la diana cambia, hay que lanzar otra flecha.

El conocimiento sí que detiene el tiempo. Conoce lo que conoce, "ya". Y es capaz, al conocer la naturaleza cambiante de las cosas, de anticipar los cambios y conocer "ya" el fin.

Más que decir que la cosa es detenida o que el objeto se detiene, tendríamos que decir que es el conocimiento el que capta más o menos intensamente el objeto, en tensión tensa. Concentrando en él, más o menos, la realidad.

El objeto está más o menos formalmente concentrado por el conocimiento, que es como una flecha estante, no una flecha que recorre un trayecto, sino una flecha que ya ha dado, más o menos, en el blanco.

De esto habla Lluís Pifarré en su libro "Entender a Leonardo Polo", p. 70.5
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¿Qué es la intencionalidad de semejanza?

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La intencionalidad de semejanza es la intencionalidad "cognoscitiva", es decir, la remitencia cognoscitiva propia del objeto que está en la mente del que conoce.
La intencionalidad que va del objeto, conocido en la mente, a la realidad.
Los clásicos suelen decir que el objeto conocido es "semejante" a lo real.

Conviene precisar, no obstante (para evitar el representacionismo moderno), que el objeto se agota siendo pura semejanza. No se trata, pues de que se parezca o sea una copia de lo real, sino que "intencionalmente" es lo mismo que lo real.

Piá apunta que la intencionalidad del objeto es el límite del pensamiento. Se piensa lo que se piensa. Para conocer más hay que ir más allá del límite.
El límite mental es el "lo" de "lo mismo".


Otro asunto relacionado con la intencionalidad del objeto es que el objeto conocido no se da sin al acto de conocer. Son co-actuales. No hay objeto sin acto. Es el objeto el que es intencional, pero es de un acto cognoscitivo.
Hegel olvida este punto tan importante. El logicismo hegeliano consagra la validez propia de los objetos, prescindiendo del acto de conocer. La intencionalidad coactual con el acto de conocer es pura, pero no sin acto.

La intencionalidad es dual con el acto de conocer. Se exige un método (el acto actual u operación) y un tema (el objeto pensado que es pura remitencia a la realidad).

Polo precisa que siendo el objeto puramente remitente oculta el acto de conocer. Se oculta la coactualidad pues la atención va hacia la realidad mostrada por el objeto. (Y al ocultarse el carácter dual de conocer y objeto, se oculta también su carácter creado). Al pensar sólo pensamos "lo mismo".

Para percatarse de la dualidad hay que “darse cuenta” de esa dualidad, y por lo tanto ponerse en condiciones de darse cuenta de que esa intencionalidad es dual con el acto de conocer, y por lo tanto que no es originaria, sino creada. Ahí está el intríngulis del abandono del límite mental.

¿ Qué es la intencionalidad de alteridad?

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Es la remitencia propia de los actos de querer.

Es la intención volitiva que se tematiza como "intención de otro".

Los actos de la inteligencia al ser coactuales con el objeto conocido, tienen intencionalidad de semejanza (la intencionalidad pura es la intencionalidad del objeto que nos remite a la realidad). Poseemos en nosotros algo de lo que en realidad es otro, asimilamos lo que en realidad es otro distinto de nuestro yo.

Los actos de la voluntad tienen intencionalidad de alteridad, pero esa alteridad no es de semejanza.

La voluntad quiere "más" otro. No se detiene en lo que ya es, en lo que conoce. Quiere más. Quiere más otro y quiere, como me apuntó Juan A. García, además de otro, la correspondencia de otro.

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