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La actividad de la inteligencia se ejerce en varias
direcciones. Las más importantes son dos.
La primera, la radicación en principios, que podemos
llamar principiación.
La inteligencia, en esta vía, restituye, radicándolo,
aquello que posee en forma objetiva.
Cuando restituye lo conocido, lo radica: y eso es
conocer la realidad.
Esta radicación se consigue abandonando el límite
mental.
La segunda es la generalización, si no se
restituye lo objetivado, sino que se aprovecha para ampliar lo objetivo.
En tal caso el infinito es un proceso inacabable.
Pasar de la principiación a la generalización y
viceversa es la descripción de la oscilación de la inteligencia.
No se trata de una opción, sino más bien de una doble posibilidad de proseguir
el inteligir objetivante: generalización o principiación.
La inteligencia humana puede proyectarse y aumentar su
conocimiento sin salir de ella misma y es lo que llamaremos generalización.
O puede devolver lo conocido a la realidad. Es la
principiación. Cuando refiere lo conocido al principio lo radica.
Cuando no lo refiere al principio, sino que aumenta su
conocimiento sin salir de ella misma acontece el proceso al infinito de la generalización.
Noten ustedes que si intentamos detener este proceso,
la realidad es falsamente determinada como si fuera un "hecho" o una
"cosa en sí". Es la vía lógica generalizante que da tantas
satisfacciones a los matemáticos. Y cuya aplicación práctica hará avanzar las
ciencias experimentales.
Pero para acceder a la realidad como tal debemos
abandonar el límite mental y cualquier objetivación por máxima que sea.
La realidad es real desde su principio, desde su
origen.
El ser que no cesa, la fuente que libremente mana. Ahí
está la infinitud real.
Ideas sacadas del libro de Polo "Epistemología,
creación y divinidad". Capítulo 2, 5. Doble significado de la infinitud
intelectual
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