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¿Qué es el encontronazo?

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Polo llama "encontronazo" al encuentro con la Verdad. Con mi verdad personal.

Es encontronazo porque no es un encuentro con una verdad cualquiera, por útil que sea, sino alcanzar lo mejor que nos puede pasar: el desvelamiento de nuestro ser personal que coincide con el origen de la libertad.

Es el primer amor, el enamoramiento que nos lanza a cantar.

Encontrar esa verdad es enamorarse. Es un acto inmenso, un acontecimiento enorme que dará sentido a toda nuestra vida. A partir del encontronazo sabemos cuál es nuestro encargo, el camino de nuestra verdad.

No se trata de un simple encuentro con el dinero que nos faltaba para hacer el viaje. No es la alegría de terminar de escribir un libro. Aquí estamos ante un "encontronazo", lo inesperado, lo que está fuera de toda utilidad. Es la fuente de mi futuro.

Con el encontronazo la libertad se pone en marcha, traspasa la verdad, cantándola. Mi libertad es mi canto. Sin interés.

En la verdad todo el hombre retiembla.

Por eso suelo decir que el encuentro es un encontronazo.





Para saber más pueden ustedes leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, p. 201.3

Etiqueta 5.2.1 la verdad y su encuentro;
Etiqueta 5.2.1 la verdad.
Etiqueta 1.1.2 libertad
Etiqueta 5.5.4 libertad personal
Etiqueta 15.0.0 Polo genial


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¿Qué es la verdad "personal"?

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Llamo verdad "personal" a mi réplica.

Siendo la verdad el desvelamiento del ser, si encuentro mi verdad, mi réplica de Dios, mi vida en el Verbo, antecedente de mi futuro, me enamoraré de Aquél que creó mi ser.

Polo formula el "encuentro" con la verdad personal, como "enamoramiento".

Hablamos, claro está, de un enamoramiento "trascendental", del que son pálida imagen los amoríos de la vida.






Para saber más pueden ustedes leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206


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¿Podemos encuadrar la proposición poliana sobre la verdad, en la doctrina tomista?

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Tomás de Aquino se refiere a varios sentidos de la verdad, veámoslos pues la proposición poliana sobre la verdad antropológica  trascendental se puede encuadrar en el tercer sentido tomista:

a) El primer sentido es aquél según el cual verum in esse fundatur, esse causat veritatem intellectus;
Se trata de  la verdad que está en las cosas: las cosas, en cuanto que pueden ser conocidas, se llaman verdaderas. Es lo que se conoce como verdad ontológica.

b) El segundo sentido es la verdad en el entendimiento, como adecuación, es la verdad formalmente considerada.
Se trata de la verdad como adecuación de la mente con la realidad. Aquí la verdad se toma en tanto que está en nuestro conocimiento. Si lo que conocemos es en la realidad tal como lo conocemos, poseemos la verdad de lo conocido.

c) El tercer sentido, al que Tomás denomina efecto consecuente, es la verdad como manifestación o locución.
Se trata de la verdad contenida en nuestras palabras, es decir, la adecuación entre lo que decimos y lo que pensamos. A esta verdad se opone la mentira.


Agustín de Hipona define la verdad como id quod est. Tomás de Aquino no está de acuerdo con él pues considera que el ser es el principio de la verdad, pero no es la verdad.
La verdad formalmente considerada, para Tomás de Aquino tiene estatuto lógico (su segundo sentido).
El ser no es la verdad, sino su causa. La verdad como tal, está en el entendimiento.

Pero después de eso, Tomás de Aquino dice que el entendimiento da un paso más y manifiesta la verdad: es la locutio intellectus. (Su tercer sentido).

Si se me ha entendido, dice Polo,  se comprenderá que la verdad como trascendental antropológico establece como sentido eminente de la verdad este último, en tanto que expresivo de la verdad encontrada.

Correlativamente, en lugar de llamarla, como Tomás efecto consecuente, Polo habla de inspiración.

La proposición poliana sobre la verdad antropológica, trascendental personal, es un inteligir que "encuentra su verdad", que le inspira, y podemos asimilarlo al tercer sentido tomista de la verdad.





Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206


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Entonces, ¿libertad trascendental personal significa que soy solamente lo que quiero ser?

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Es frecuente entender la libertad como una toma de postura ante la verdad, pero como si la verdad, por sí misma, no fuera suficiente y necesitara de un plus que sólo una decisión posterior, mía, puede aportar.

Aunque ella sea la más bella, soy yo, pensamos, quien elige que lo sea para mí. No bastaría su belleza.

Aquí, cuando hablamos de la verdad como inspiración, estamos diciendo otra cosa: es la verdad la que me inspira, la que inspira a la libertad, y no al contrario.

Noten la aparición del co-ser, característico de la persona humana: porque ella es bella, le quiero cantar. Le canto porque es bella y es bella porque le canto.

Desde luego, cabe actuar, (decidiéndose libremente por una verdad), solamente en cuanto que la "elegimos", pero entonces nos quedamos en los motivos. Polo llama a esa libertad "libertad según motivos": porque busco mi chica, la elijo, tú eres mi belleza.

Pero entonces no hay trascendimiento, no hay propiamente enamoramiento, la verdad no es traspasada por la libertad, para cantarle.
El autotrascendimiento (que estudiaremos en la etiqueta 1.0.2) nace de la llamada de la belleza que nos convoca y es precisamente el "encuentro" con la verdad de mi vida.

No soy solamente lo que quiero ser. Soy cántico a la verdad que me sale al encuentro. Mi libertad es mi canto.





De esto habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual Filosofía del conocimiento p. 136


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¿Qué es esa verdad que Polo llama verdad personal, mi verdad?

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Mi verdad personal, mi réplica, es la persona que seré, trascendentalmente, en Dios.

No se trata aquí de la verdad frívola del cesto de Caperucita. Si llevaré a mi abuelita leche o queso, o pan y galletas. No hablamos de la libertad de escoger entre coca o fanta.

Se trata de la noción que Polo, en otro contexto, llama "mi réplica".
Cada uno tenemos nuestra réplica en Dios. Y es ella, mi verdad personal, la que inspira la libertad trascendental que soy, la que la pone en marcha para cantarle.

La libertad trascendental, o mi libertad como persona, se pone en marcha, o se inspira, en el "encuentro" con la verdad de mi ser.
Esta libertad es dual, tiene dos miembros.
El miembro superior se llama "libertad de destinación".
El miembro inferior se llama "libertad nativa".

Destino (somos libres de destinarnos, si queremos).
Origen (nazco en la libertad de la llamada inicial de Dios).
Mi verdad va apareciendo en el trayecto entre mi Origen y mi Destino.
"Encontrarla" es el gran acontecimiento, que inspira trascendentalmente mi libertad y la pone en marcha hacia su Destino.

Nos abrimos así a nuestro Destino, "esperando" que nuestra vida sea aceptada. De ahí que llamemos "esperanza" a la apertura transcendente de la libertad personal.


En Quién es el hombre, Polo prosigue: ¿Y qué es la religión?: es la actividad práctica para vérselas con el más allá.

¿Y quién es el beneficiario?: El Hijo.
Mi réplica está en el Hijo. Mi réplica no soy yo. Es dual.
Es a Él al que canto.

No olviden ustedes que nuestro Origen es el Amor entre el Padre y el Hijo.
El Padre da al Hijo y el Hijo acepta traspasando el Don.
Allí dentro estamos. El beneficiario es el Hijo y la gloria de la Trinidad.







De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" pueden ustedes encontrar una síntesis explicativa de ese capítulo se encuentra al inicio de este blog, en la página titulada "Religión y libertad".
Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206



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¿Se estanca la verdad al encontrarla?

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No, pues la verdad tiene un destino: es mi verdad personal, mi canto a Dios.

Esto es posible porque el hombre tiene carácter "efusivo", "operoso" (la operosidad es lo que la persona añade al amor).

La libertad trascendental o la persona como libertad es de índole donante. El ser humano es efusivo, aporta.

No se trata solamente de buscar la verdad, sino de alcanzar mi destino a partir de ella. El realizarse es un dar.

Somos más libres cuando actuamos sin motivos, sin intereses, cuando le cantamos a la verdad encontrada. Así lo siente quien tiene una fuerte inspiración. El enamorado





Para saber más pueden ustedes leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, p. 202
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¿Cómo crece la persona gracias a la inspiración?

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La persona crece al inspirarse en el encuentro con la verdad.

La libertad personal o, lo que es lo mismo, la persona en cuanto que libertad, dispone u opera el canto a la verdad.
El "disponer" es la esencia de la persona humana, su manifestación, su aportar e iluminar. Su crecimiento.

Sostenemos que la persona humana crece en la medida en que aporta libremente más.
La "obra" es su manifestación, su canto.

De este modo, la conducta humana es elevada a la categoría de don, consistiendo en ser la obra personal, el poema de la persona.

Esta elevación depende del mantenerse inspirada por la verdad encontrada, lo que la hace inventiva: siempre puede dar más. Es el hombre "nuevo". La solución de lo problemático.








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206



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¿Por qué la libertad trascendental o personal es inseparable de la inspiración?

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La libertad personal es inseparable del encuentro con la verdad trascendental que es la fuente de la inspiración.

La persona en cuanto libertad trascendental es-además, y se distingue de la libertad como propiedad de la voluntad práctica (la libertad esencial de los clásicos).

¿Además de qué? Además de la Verdad. Ser-además libremente equivale a ser persona. Ser persona es un añadirse que nace cuando se desvela la verdad.

Es cierto que la verdad que sale al encuentro de la libertad nativa no es la verdad entera. Con todo, la libertad de la persona, sin agotarse (pues siempre se puede encontrar más verdad) se pone en marcha en tanto que se añade al ser actuoso que se desvela.

A ese añadirse inspirado, Polo lo denomina "carácter de además".








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206
Piensen los teólogos el alcance de la antropología poliana: si Cristo es la Verdad, el hombre es hijo además del Hijo, en el Hijo, añadiéndose.


¿Es lo mismo la libertad según motivos que la libertad personal?

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No.
La libertad personal (co-ser trascendental), o la persona como libertad, o la persona en tanto que libertad, no es necesitante, no actúa según motivos.

Pensar la libertad solamente como la posibilidad de elegir, entre diferentes motivos, aquél que más me mueve, es un planteamiento de la libertad que impide entender lo que es la libertad trascendental (libertad personal).

El paradigma de este error lo constituirá la filosofía de Leibniz, en la que no hay rastro de la persona.

La libertad según motivos no resulta bien pensada, porque el motivo está "gobernado" por lo que se intenta conseguir. En realidad estaríamos obligados a elegir lo que nos parece  mejor.

Tomás de Aquino parece sucumbir a este planteamiento de la libertad "de acuerdo con motivos" cuando sostiene que la generación del Hijo, en la Trinidad, no es libre.
Sin embargo, él mismo dice que el Verbo de Dios no es el Padre entendiéndose a sí mismo, sino "el engendrado" por ese entenderse a sí.
Comprende que el Hijo no se reduce a ser objeto de conocimiento, es decir, a ser entendido. El Hijo traspasa el ser entendido, no es una mímesis ideal sino una realidad "personal".
El intríngulis de la libertad que se convierte con la persona (la libertad que llamamos trascendental) está en ese "traspasar".

Quizá le hubiera ayudado  a formular la libertad trascendental si hubiera pensado (Tomás) en la novedad de la generación artística. La obra de arte es un desarrollo "personal" de la verdad encontrada. Es la "inspiración" la que llama a "cantar" lo encontrado.

Se abre camino al andar. Por lo tanto, no hay "mejor" camino, no hay un camino que sea mejor. Somos libres para componer nuestro canto.
Y no porque estemos hechos así, como el que tiene hambre y busca satisfacer su apetito, sino porque la verdad encontrada nos inspira. Nos ha enamorado.

Encontrar la verdad no es terminal, sino que despierta la inspiración.

La libertad según motivos está a nivel de los medios que poseemos para nuestro arte. Elegiremos escultura, pintura o cine, o música, según los talentos recibidos o adquiridos.

Pero la libertad radical, o personal, o trascendental, no resulta bien pensada si la pensamos según motivos, porque el motivo está gobernado por lo que se intenta conseguir. Valdrá lo que valga lo que buscamos.

En cambio, cuando se trata de una generación artística, su novedad, su valor,  se encuentra en la obra hecha como desarrollo "personal" de la verdad encontrada.

El hambre se apaga al comer. Ahí no hay encuentro sino cita con el deseo.
Cosa distinta es encontrar la verdad. Ese encuentro no es terminal, sino que des­pierta una inspiración. Mientras que el hambre es cosa de necesitar, en el encuentro con la verdad hay un trascenderse en la obra. Aquí funciona la propia capacidad, allí el nece­sitar.

Siempre que hay valores útiles en el antecedente moti­vacional, es exigida una satisfacción terminal. En cam­bio, en el encuentro hay que hablar de gozo; una situación de sobreabundancia, que tal vez no sea suficiente, pero en todo caso no es necesitante.

En definitiva, la libertad según motivos satisface necesidades mientras que la libertad trascendental se inspira en llamadas.






Copia y glosa de Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, p 200.
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¿Es la libertad personal la capacidad de realizar nuestros deseos?

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No exactamente.
A pesar de la nobleza del "desear", poder amar es más que desear.
La voluntad sí que es una tendencia, un deseo; pero la libertad personal puede no desear nada, sino, al contrario, puede ponerse al servicio de la verdad.

Entender la vida como donación es muy distinto de entenderla como satisfacción de las propias necesidades o deseos. Y enamorarse es eso, darse cuenta de que el sentido de mi vida está en esa verdad que me inspira.

La verdad no es el fin o el término a partir del cual hemos de dirigir la conducta (porque quiero conseguir eso, me muevo hacia eso), sino que puede ser una fuente de inspiración capaz de movilizar a la persona.

Polo dirá: "cuando uno encuentra su vocación ha de vivirla, y al vivirla, la verdad se despliega a partir de su "encuentro".









De esto habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual Filosofía del conocimiento p. 136.3
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¿Quién va por delante, el tener o el dar?

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Ni el uno ni el otro.

El planteamiento clásico da la preeminencia a la razón (que es un "tener"). La libertad se manifiesta aquí en la capacidad de decidir entre los medios que la razón práctica propone para alcanzar el fin (el fin es otro "tener" más alto, que nos viene dado).

El planteamiento moderno da la preeminencia a la voluntad, identificándola con la libertad espontánea de hacer lo que me da la gana.

Polo ajusta el problema. La libertad trascendental, que se convierte con cada persona, es la inclusión atópica en el ámbito de la máxima amplitud, que es Dios.
La preeminencia la tiene el Creador. Que nos da el tener y nos llama simultáneamente a dar, según nuestro querer.

La Verdad no es así una "forma" impuesta desde fuera (su amplitud es máxima e irrestricta).
Esta Verdad que inspira con su encuentro es el enamoramiento. Y nuestra libertad personal (trascendental) es nuestro canto enamorado a la Verdad.

Cada uno, según sus circunstancias, buscará (libertad esencial) los medios más adecuados para el poema o cántico que es su vida.








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206
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Cuanto más alto es el "dar" menos se pierde

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Si doy euros, los pierdo.
Si doy un consejo, me mejoro.

Mi dirección email es "donnersansperdre": "dar sin perder", que es el dar más alto.
Es el dar divino.

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¿Es la verdad un fardo insoportable como dice Nietzsche?

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Nietzsche vislumbra la filosofía de lo irracional. La verdad "racional" esclavizaría. Pero al no saber amar, no entiende la felicidad de la Providencia. No deja cabida a la sorpresa de ser "predilectos" de Dios. Hijos.

La verdad no es el desvelamiento de un ser mastodóntico, parmenídeo, monolítico. Eso sí que es un fardo.

Lo más propio de la verdad es la apertura de un horizonte sin término. El Ser nos guarda maravillas insospechadas. No es una rueda, sino fuente eterna.

Lo que es insoportable es vivir para uno mismo o servirse de la verdad encerrándose en la propia finitud. Ahí está la frustración y el fardo (que no es ligero).

Aceptar la verdad no significa someterse a algo externo que se nos impone. La verdad libera, no esclaviza; abre a la trascendencia, no cierra posibilidades.

La verdad despierta el amor (cuando nos enamoramos) y nos hace creativos.
Agustín de Hipona lo expresó bien: ama y haz lo que quieras.

La verdad no es el término de un camino, sino una fuente de inspiración para que la persona desarrolle su libertad.


La verdad de Nietzsche sí que es insoportable, por aburrimiento, como son insoportables las solitarias tardes del domingo, que se hacen tan largas para la vieja en el asilo.







De esto habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual Filosofía del conocimiento p. 136.4

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¿Qué es lo trascendental?

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A lo primero se le puede llamar lo trascendental.

Lo primero es el ser.

Lo primero es el ser, pero el ser "se dice de muchas maneras".

No es lo mismo el "ser" que la "esencia" (aunque la esencia también es ser).

Lo primero es el "acto de ser", pero no es lo mismo
el acto de ser Originario (Dios),
que el acto de ser personal,
o que el acto de ser del universo.

Lo trascendental se dice, pues, de muchas maneras.

Estrictamente, lo trascendental es el dar puro. (Ver etiqueta 1.0.2 Dar trascendental)





Para saber más:
Etiqueta 5.2.0   Los Trascendentales
Etiqueta 5.2.0  Trascendentales metafísicos
Etiqueta 5.5.0  Trascendentales personales
Etiqueta 1.0.3  Trascendentales supremos

Etiqueta 1.0.2   Dar trascendental
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¿Qué es lo trascendental a la altura de nuestro tiempo?

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Lo trascendental, a la altura de nuestro tiempo, es el dar puro.

Necesitaremos cada vez más al Espíritu Santo.



Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9.

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¿Qué es el dar supremo o dar puro?

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El dar supremo o dar puro es el dar más alto, el dar trascendental divino. Dios.

El dar es tanto más puro cuanto más lleva consigo gratuidad y libertad.
Un perro puede dar un mordisco, pero lo da obligado por su instinto y con el interés de defenderse.

El dar puro es una actividad personal, pues sólo las personas pueden dar libremente y gratuitamente.

Otra característica inherente a las donaciones personales más profundas (como son la transmisión de la vida, del conocimiento o del amor) es que son sin pérdida. No se pierden ni disminuyen al comunicarlas.

El dar trascendental es la actividad perfecta.
Es el dar como persona. 
Aunque el dar de las personas "humanas", siendo trascendental no es puro. El de los ángeles tampoco pues siempre podremos dar más.

¿Y el Dar supremo o dar divino?
El Dar supremo no es una actividad distinta del ser, entender y amar supremos.
Es Dios.

El dar pleno o puro es la integración de tres ingredientes personales, el donante, el aceptador y el don, que en el Dar supremo son las actividades supremas, aquéllas que son sin pérdida: ser, entender y amar.

En efecto, cuando se da el ser (los padres que dan la vida) no se pierde el ser; cuando se enseñan las matemáticas, no las perdemos y cuando damos nuestro amor, ganamos amor.

Los tres ingredientes del Dar supremo son pues tres actividades sin pérdida: la actividad suprema donante (ser), la actividad suprema acogedora (entender) y la actividad suprema sobrante (amar).

El Dar supremo es lo común a esas tres actividades supremas, mejor dicho, el Origen de las tres actividades, que no es otra cosa que la comunión o congruencia real de las tres actividades incondicionales o supremas.

El ser da, el entender da, el amar da.



Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.58.4 y 53.2. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García

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¿Cuáles son los ingredientes del dar?

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Los tres ingredientes del dar trascendental son:
- la iniciativa,
- el aceptar y
- el don siempre sobrante.





Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de I. Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9.

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¿Cuáles son los tres momentos del dar?

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En el dar puro se integran sus tres momentos: la iniciativa, la aceptación y el don.

Un dar sin aceptación no llega a serlo.
Una aceptación sin la iniciativa previa de un donante, es una aceptación de nada.
Y un dar sin don sería vacuo.

El dar pleno y puro es la integración de tres ingredientes personales: la iniciativa donal, la aceptación donal de la iniciativa, y el don.

El dar puro es libertad sin condiciones, sin precedentes.

De tal modo que no es posible que esa libertad sea limitada por nada.

El dar puro no puede no dar.

Dios no puede dejar de amar.









Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.56.2. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.

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¿Cuándo es el dar "puro"?

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El "dar es puro cuando es un dar sin reservas, o sea,
si en él todo es dar.

Si no deja nada sin dar.






Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.66.3. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.
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¿Por qué la intimidad no es un ámbito cerrado?

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La intimidad no es un ámbito cerrado porque la persona (el ser que es intimidad) es un ser donal.

Intimidad equivale a "dar" y es por lo tanto trascendentalmente libre al poder dar (si quiere). Si no fuera libre no podría dar, pues sería un mecanismo instintivo, un power point ya programado.

Sin embargo, asómbrense, el dar "trascendental" no requiere el tener.

En rigor, no es acertado decir que sólo se da lo que se tiene.

Me explico: hay un dar que es simplemente aceptar.
La iniciativa del dar es, claro está, un dar.

Pero a nivel trascendental, el "dar" se frustraría sin el "aceptar". (No así a nivel esencial, pues a veces podemos encontrarnos con gentes que nos rechazan, y sin embargo nuestro dar no se frustra porque nada se pierde en Dios).

El "dar" trascendental sí que es siempre dual con el "aceptar".

Esta dualización es mutuo enriquecimiento, anterior al tener.

Es un enriquecimiento trascendental, que nunca se detiene. (La actividad de Dios no cesa, Dios sigue actuando).
Si el don se detuviera, si fuera algo fijo o determinado, la intimidad se cerraría al realizarse u al otorgarse el don. Se acabó la fiesta tras la repartición de regalos. Se acabó el pastel.

No ocurre así a nivel trascendental. La intimidad dualizada de las personas está siempre abierta.

Y es precisamente la dualización la que impide la cerrazón puesto que el miembro superior (el Origen) es fuente inagotable.








De esto habla Polo en Antropología Trascendental I, p. 208, 5.


Para saber más sobre:

el dar trascendental……….etiqueta 1.0.2
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¿Cuál es el maleficio que introdujo la filosofía de Ockham?

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Ockham suplanta los trascendentales (las ultimidades) por los modos lógicos.

Y al mismo tiempo separa el mundo práctico en este valle de lágrimas, de otro mundo divino (que sería objeto solamente de una fe religiosa). Ockham introduce en la historia el maleficio de la dicotomía. La lógica nos sirve para vivir y la fe para salvarnos.

Pero la lógica no es una ruta separada de la Realidad. Nuestros pensamientos y los nombres que damos a las cosas están regidos, más adentro, por el dar (la actividad).

Todo lo que somos y tenemos son dones de Dios. La lógica también. Y la actividad de Dios es donación pura.

El dar puro de Dios es una actividad de un orden superior al gobernado por los modos lógicos (lo necesario, lo posible, lo contingente, lo imposible, lo opuesto).

Y es en esa actividad superior donde descubrimos, insertados, los trascendentales personales. Que son "además". Actos. Propiedades puras (sin potencia) del ser y no nombres o etiquetas del "mundo" material.

Eso no quiere decir que los modos lógicos no nos sirvan para comprender el orden causal físico. Nos sirven. Como nos sirve el ordenador. Pero no son trascendentales. Están marcados por la potencia.

Para desactivar el maleficio de Ockham debemos encontrar el modo de enlazar pensamiento y realidad.
La Antropología trascendental poliana propone que la realidad  de cada persona "manifiesta" en el tiempo el pensamiento. Somos "espíritu en el tiempo".

Los trascendentales personales son "actos" que se manifiestan lógicamente en el tiempo.

Y esos "actos" son actividad, dar. Abiertos por Dios, el Dar puro.
En la donación pura no hay antecedentes ni condicionantes. No hay potencia.

Si planteamos lo primero (lo último) como Ockham, estamos pensando a Dios con una "lógica" humana. Y entonces Dios no se nos mostrará nunca, pues cuando pensamos a Dios estamos pensando nuestros pensamientos. Acabaremos en el agnosticismo.

Y lo que es peor, al empeñarnos (porque la fe nos lo exige) en demostrar a Dios, lo pensamos como si Dios fuera una voluntad que decide arbitrariamente entre las posibilidades existentes.

Entonces hay un enfrentamiento entre Dios y las criaturas. ¿Por qué a mí me has hecho cardo y a ella rosa?

La lógica divina no se anda con esas disquisiciones. Es dar puro. Todo lo que crea es bueno.

Es una iniciativa amorosamente aceptada y amorosamente sobrante, que hace las delicias del cardo y de la rosa.
Dios sabe más en su tríada de amor.

Cuando no se entiende el dar puro se recurre a la magia y al mito como sabiduría para entender el mundo. O se apela a la fe ciega.

Es lo que advierte Pablo de Tarso a Timoteo: se vuelven a las fábulas antiguas (2 Tm 4, 4).

Dios está por encima de los modos lógicos humanos, uno de los cuales es la posibilidad. Pero no lo está al modo de Ockham, separado.

Dios no crea caprichosamente, sino por amor. Da sin reservarse nada. Da a su Hijo. Nos introduce en su Vida, ya, al crearnos. Somos Hijos.







Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.58.2 Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García
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¿Cuál es la osadía más grande para un filósofo?

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Lo más grande que un filósofo puede osar es pensar a Dios.

Por ahí va la propuesta de Polo.

Y el profesor Falgueras osa pensar a Dios con su filosofía del dar trascendental.

El dar trascendental es un acto puro.

Cuando damos dinero a alguien, se necesita una explicación: se trata probablemente de una compra, o de un encargo, o de una gratificación.
En el dar puro no se pierde ni dinero, ni tiempo, ni nada. No necesita ninguna explicación porque es gratuidad innovadora.

El dar trascendental divino no es contingente. Y no lo es porque no es causado.
Lo contingente es causado por causas que no son necesarias; por eso puede no existir.
El dar trascendental no es causado.
No se da de lo que se tiene previamente, sino que se innova al dar.
Es un dar libre, no porque tengamos un millón de euros y podamos distribuirlos según nuestro capricho, sino porque inventamos el millón de euros para agradar al amado.

La iniciativa, la aceptación y el don son simultáneos e indisociables.

Es un don sin pérdidas que no se temporaliza, sino que es en bloque y de modo integral.

Dios es dar.
Y a usted y a mí nos ama porque le da la gana.








Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.55.2. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García


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¿Cómo tiene que ver la persona con el dar?

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Ser persona es dar.
La persona, en tanto que actividad, es dar.
El ser de la persona es su dar.

Nos referimos, a la actividad más alta de la persona, es decir, a la consideración trascendental de la persona.

Cuando en esta vida damos, o dinero, tiempo o comida, estamos, sí,  dando, pero imperfectamente, porque al dar, perdemos.

Cuanto más alto es el dar, menos pérdida lleva consigo.
Las donaciones más profundas (la vida, el conocimiento, el amor) no llevan consigo pérdida alguna, ni por parte del que da, ni por parte del que recibe, ni por parte de lo dado.

Lo más alto en las criaturas es el dar gratuito, libre, es decir, un dar personal.








Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.54. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.

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