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¿Se puede decir que los hábitos son una disposición?

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La esencia es el "disponer" y también el "manifestar", el "iluminar" o el "aportar" de la persona.

La "disposición" es un disponer habitual. La persona posee habitualmente una disposición.

En el caso de los hábitos intelectuales, por ejemplo, la persona comprende el inglés, aunque un día, podría perder ese hábito, por falta de uso.

En el caso de los hábitos que tienen que ver con la voluntad, la disposición es menos estable porque la persona se compromete o interviene con nueva responsabilidad en el acto voluntario. Hay más novedad, depende más de la persona.


Las virtudes (los hábitos que tienen que ver con la voluntad) son más potenciales que los hábitos de la potencia intelectual.
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¿Qué niveles tiene el crecimiento "habitual" de la persona humana?

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La persona crece, según sus hábitos a tres niveles.

A nivel categorial, en la medida en que, gracias a la posesión de instrumentos (coches, sombreros, ordenadores, teléfonos) se prolonga y se desborda.

A nivel esencial, en la medida en que, gracias a los hábitos de la inteligencia (ser poeta, músico o labrador) y a las virtudes de la voluntad (amabilidad, serenidad, optimismo) crece y se amplía.

A nivel íntimo y personal, en la medida en que, gracias a los hábitos superiores (sabiduría, esperanza, gracia) se abre más a Dios y a los demás.

Se multiplica.





Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 334.5
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¿Cuáles son las dimensiones del hábito?

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Tres son las dimensiones del hábito: la tenencia, la disposición y la relación.

La tenencia es clara en los hábitos categoriales: me pongo un sombrero.

La disposición es clara en los hábitos adquiridos por las potencias espirituales: sé nadar o ser oportuno.

La relación se muestra especialmente en los hábitos superiores.

En efecto, la sindéresis, el hábito de los primeros principios y el de sabiduría (que son hábitos superiores) abren la persona, respectivamente,  a relacionarse con su obrar, con el universo y con su intimidad, también divina.

La gracia, la esperanza, la fe y la caridad (que también son hábitos superiores) son distintos modos de abrirse la persona a su creador.

Se trata de relaciones existenciales, no categoriales, que tornan a la persona en coexistente.

No son relaciones subsistentes (eso se queda para las personas divinas), pero tampoco son relaciones accidentales, ya que están en el orden del ser. Las llamaré (aunque algunos no lo aprecien) relaciones trascendentales.

A todos los niveles el hábito aparece como continuación del ser: sombrero, simpatía, filiación divina.

Y eso es así porque su ser es inacabable, siempre además.




Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 335.4


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¿Expresan los hábitos una progresiva intensificación del carácter activo del ser?

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La "intensidad" es propia de la potencia.

Los actos no son más o menos intensos. Los actos son superiores o inferiores, jerárquicos.

Los hábitos son actos. Pero se les puede decir más o menos "intensos" según la potencia que actualizan.

Los hábitos superiores más que intensificar, multiplican la actividad del ser, creando nuevas relaciones. Son aperturas.

El ser personal es coexistente y multiplica sus relaciones.
No se trata, claro está, de relaciones accidentales. La persona se desdobla con sus hábitos, hacia fuera y hacia dentro. Es un ser-con hábitos.

No el mit-sein de Heidegger, que apunta a la sociabilidad. Sino el co-ser que rebrota, que sobra. No solo alteridad, sino dualidad interna, radical.

La persona no puede existir sin multiplicarse. Y esta multiplicación es posible por la dualidad (hábitos) y la alteridad.




Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 336.3


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¿Somos libres gracias a los hábitos?

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Sí.
A todos los niveles, los hábitos (17.3.1) nos dotan de libertad.

Soy más libre gracias a internet (hábito categorial o hábito del cuerpo, de mis dedos que teclean).

Soy más libre gracias a mi serenidad (hábito del alma).

Soy radicalmente libre gracias a mis hábitos superiores que me permiten abrirme (relacionarme) íntimamente, trascendentalmente, con Dios y las criaturas, y ofrecerles, si quiero, mis dones.

Mis dedos, gracias al hábito categorial, me permiten navegar.

Mi voluntad se volvería loca, ansiosa, sin la serenidad.
(Las potencias espirituales no se dan sin los hábitos pues, por ejemplo, ¿de qué me serviría conocer, si no sé que conozco?, sería un conocimiento meramente sensible, como el de los animales, esclavos de sus instintos).

Y a nivel superior, mi intimidad, abierta gracias a los hábitos, es punto de partida que acepta y da, si quiere, los dones que recibe.

Mi ser más profundo no es interioridad psicológica, moldeada por mis genes, mis padres o por el Estado.

Mis hábitos superiores me dejan libre, me incluyen en el ámbito de la máxima amplitud para ser "además", en la medida en que quiero.

Soy libre gracias a mis hábitos.




Glosa a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 337.2
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¿Tienen que ver los hábitos del alma con la libertad?

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Llamo hábitos del alma a los hábitos de las potencias espirituales. Nuestra inteligencia es susceptible de hábitos y la voluntad de virtudes.

Gracias al hábito la facultad es susceptible de libertad.

El hábito es la posesión según la disposición.

Estar dispuesto no significa estar determinado, sino todo lo contrario.
Estar dispuesto es poseer más posibilidades, libremente.

Ejemplo: soy puntual, pues soy libre de llegar tarde (tengo la disposición a llegar a tiempo, pero no estoy obligado a llegar a tiempo).

Clásicamente se dice que es una posesión "a modo de virtud". Poseo libremente.





Ana Marta González lo explica muy bien en la página 61 de su libro "Claves de ley natural".
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¿Podría darse el crecimiento "habitual" si el hombre no fuera libre?

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No.
Podría darse el crecimiento orgánico, por ejemplo, el crecimiento de la imaginación.

Pero, sin libertad, no puede darse el crecimiento que proviene precisamente del ejercicio de la libertad.

Cuando hablamos de hábitos pensamos quizá en los animales que son amaestrados, sin libertad.

Cuando hablamos de hábitos en el hombre, no nos referimos a esas performances animales, sino a la disposición libre. Es una disposición estable, porque el hombre lo ha querido libremente, ejerciendo libremente sus actos, disponiendo. La esencia humana, que crece, es el disponer.

El hombre se autoperfecciona gracias al ejercicio de la libertad, que dispone, adquiriendo una disposición estable.


Todo esto vale para los hábitos adquiridos. En cuanto a los hábitos superiores, más que crecimiento en intensidad, se debe hablar de multiplicación de relaciones, al ser las aperturas mayores.
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¿Son tan importantes los hábitos, que puede definirse la realidad del entender como conocimiento "habitual"?

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Los hábitos son importantes para el entender humano, pero no para todo "entender".

La importancia de los hábitos es debida a la inidentidad de la criatura. Siempre podemos conocer más. El conocer humano se abre, se desdobla, en hábitos, que le permiten ir conociendo más, darse cuenta, autotrascenderse, conocerse.

Los hábitos no son importantes para el entender divino (porque Dios es Idéntico), ni tampoco para el entender humano tras el lumen gloriae. Una vez realizado el encuentro definitivo con Dios, no es tan importante el "adquirir" el regalo a ofrecer a Dios, pues ya estamos en el banquete. Nos dedicaremos a cantar y a jugar.

Para el entender humano los hábitos son importantes ahora,  tanto que sólo gracias a ellos nos podemos conocer in via. Crecer.

Pero la realidad del "entender" no puede reducirse a los hábitos.






De esto habla Ignacio Falgueras en Studia Poliana n. 2.  2000 p. 198
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¿A qué llamamos hábitos superiores?

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Primero: a los hábitos propios o "innatos"  al inteligir humano del acto de ser personal: la sindéresis (6.2), el hábito de los primeros principios (3.2) y la sabiduría (2.14). Son hábitos propios a toda persona humana.

Segundo: también son hábitos superiores los hábitos infusos "sobrenaturales", que son elevaciones de las aperturas transcendentales, como anticipación del encuentro definitivo con Dios, que redundan en la esencia: gracia santificante, fe esperanza y caridad teologales. (5.16.2 para la gracia santificante y 12.17.0 para el resto)

Tercero: pienso yo, según la sugerencia de Piá, que también son hábitos superiores las aperturas transcendentales  (hábitos infusos "naturales") : gracia inicial, fe inicial, esperanza inicial y caridad inicial. (Las estudiaremos en las etiquetas 5.13.1 y 5.13.2)

No se deben confundir los hábitos innatos con los hábitos infusos. Ambos son hábitos superiores, pero unos son intelectuales, que nacen del intelecto y otros son infusos (fruto de las llamadas de Dios a las personas "libres", llamadas que pueden ser naturales o sobrenaturales)



A esto se refiere también Juan A. García González en "Existencia personal y libertad". Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 334.3
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¿A qué hábitos llamamos "personales"?

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Llamamos hábitos "personales" a los que son propios de la persona en cuanto persona.
Es decir, no en cuanto que son "adquiridos" al ejercerse la potencia intelectual o al ejercerse la voluntad (virtudes), sino que nacen de la persona en cuanto tal.

Por eso también los podemos llamar "entitativos", por contradistinción a los "adquiridos", que son "operativos".

También los podemos llamar "innatos".
Polo lo hace así para recalcar que su sede no es la potencia, sino el intelecto personal (cuando se trata de hábitos "cognoscitivos" superiores).

También los llama "nativos", porque nacen de la persona (en cuanto que es persona y no en cuanto que se manifiesta ejerciendo operaciones, que la visten con hábitos adquiridos).

Juan A. García dice que su denominación más propia es hábitos "personales".
La persona es creada vestida. Es un quién y no una cosa.






De esto se habla en Juan A. García. La metalógica de la libertad… Studia Poliana nº 10, 2008, p. 7.1
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¿Existen hábitos infusos además de los que habla la teología?

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La teología habla de hábitos "sobrenaturales" infusos (por ejemplo, la gracia santificante como hábito "sobrenatural" entitativo, y las virtudes "sobrenaturales" de la fe, la esperanza y la caridad).

Desde la perspectiva de una antropología trascendental se descubren también otros hábitos infusos que no son sobrenaturales.

Me explico, porque se necesita una cierta familiaridad con lo trascendental antropológico para situarse.

En la etiqueta 5.13.1 hemos llamado apertura transcendental (noten que decimos trans y no tras), (quizá, para evitar la confusión la llamaremos "transcendente).
la apertura transcendente, pues, es una apertura más íntima que la apertura íntima, pues abre el ser humano más allá de su propia intimidad.

Esta apertura no es sobrenatural. Todos los hombres la tenemos y es el fruto de la llamada inicial de Dios, propio a toda persona humana, también cuando no ha recibido los efectos de la salvación.

La llamada inicial de Dios, que no es "sobrenatural", la estudiaremos en la etiqueta 5.15.0 y es una de las etapas trascendentales del ser personal (la etiqueta 5.7.0 estudia esas etapas).

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Pues bien, detengámonos ahora en los hábitos "sobrenaturales": teniendo en cuenta la caída y el querer de Dios de que todos los hombres se salven, podemos entender que hay una nueva etapa trascendental que es la nueva creación o redención. Una nueva elevación que nos salvará, "si queremos".
(La estudiamos en la etiqueta 5.16.2).
Es la etapa "sobrenatural" de la que habla la teología.

Ese "si queremos" es nuestra respuesta a la gracia sobrenatural, es decir la manifestación esencial de cómo acogemos la salvación.

La elevación salvadora de Dios redunda esencialmente en nuestra vida, elevando nuestras potencias, la inteligencia y voluntad, elevando toda nuestra vida con lo que los teólogos llaman gracia santificante y virtudes "sobrenaturales" infusas.

Son infusas a la esencia humana como redundancia de la elevación "sobrenatural" de las aperturas transcendentes de los radicales personales.
Elevación que es propiciada por  el encuentro de la persona humana con Aquél de quien es réplica y que es su Salvador.

De ahí que digamos que la gracia santificante es una anticipación.
Es una anticipación del encuentro.
(El encuentro definitivo con Dios lo estudiamos en la etiqueta 5.18.0).

Las virtudes "sobrenaturales" de la teología son pues elevaciones de las aperturas transcendentes, debidas a la anticipación del encuentro con Dios,  que redundan en la esencia humana.
Son pues virtudes infusas "sobrenaturales".

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Pero como hemos dicho, existen también otros hábitos infusos que no son sobrenaturales.

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La existencia de los hábitos infusos naturales y sobrenaturales muestra que las personas humanas tenemos una potencia "obediencial" superior a las criaturas del universo físico.

Polo prefiere hablar de "segunda" creación y "nueva creación", aplicando el adjetivo "sobrenatural" a la nueva creación.



En las etiquetas que comienzan por 5.13 estudiamos en detalle las aperturas "transcendentes", que son hábitos infusos no "sobrenaturales".

Estudiamos la segunda creación en la etiqueta 5.15.0
Y la nueva creación en la etiqueta 5.16.2


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¿Dónde radican las virtudes infusas?

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Las virtudes infusas son aperturas transcendentales del ser personal.
Radican en el co-ser personal.

Las "no sobrenaturales" son el fruto de la llamada inicial de Dios o gracia primera. (Etiqueta 5.15.0).

Las virtudes infusas "sobrenaturales" siguen al bautismo, es decir, al inicio de la "nueva creación" (estudiamos la nueva creación en la etiqueta 5.16.2).

Son regalos gratuitos incrementados por los dones del Espíritu Santo.

Las virtudes infusas, al abrirnos a la transcendencia, redundan en la esencia humana, elevando la inteligencia, la voluntad y demás potencias del hombre de acuerdo con su "proceder" de la persona.

Radican, pues, en la persona.

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¿Tienen algo que ver los hábitos superiores con la libertad trascendental?

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Del mismo modo que los hábitos inferiores permiten la libertad pragmática (hablo de los hábitos categoriales) y del mismo modo que los hábitos adquiridos por las potencias espirituales permiten la libertad moral, del mismo modo, digo, los hábitos superiores permiten el ejercicio de la libertad trascendental (que es una perfección pura del ser personal, es decir, un trascendental antropológico, no metafísico).

Permiten la metalógica de la libertad. (etiqueta 6.8.0)

La libertad trascendental, nuestro co-ser inagotable, al desdoblarse gracias a los hábitos superiores, coexiste con el mundo, con Dios y con los demás; y dispondrá libremente dónde y cómo vivir.

Contigo pan y cebolla.

Gracias a los hábitos superiores nos vestimos como queremos, sabiamente, para jugar en el Banquete. Es la libertad de los hijos de Dios.






Glosa a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 340

¿Cómo juega la libertad trascendental?

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1) gracias a la sindéresis dispone, actuando, con docilidad (hace regalos).

2) gracias al hábito de los primeros principios, se retira, dejando estar (ama la creación, es ecologista).

3) gracias al hábito de sabiduría ratifica su altura, alcanzándose a sí misma (es agradecida).

4) gracias a la gracia y los hábitos infusos (naturales o sobrenaturales), cede su primado para buscar transcendentemente, su sentido último (quiere siempre más).





Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 344.2


Para saber más : ver la metalógica de la libertad Etiqueta 6.8.0
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¿Qué diferencia existe entre los hábitos innatos y los hábitos nativos?

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Los hábitos innatos al inteligir personal son tres: sabiduría, hábito de los primeros principios y sindéresis.

El hábito de sabiduría, conocimiento de sí y de Dios, es innato a la persona. Nace con la persona

Los otros dos proceden del hábito de sabiduría. De ahí que se puedan llamar también hábitos "nativos".


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¿Cómo describen los clásicos los hábitos innatos?

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Tradicionalmente se dice que la inteligencia es, de entrada, en el hombre tamquam tabula rasa.

Debe existir, pues, una instancia superior a la inteligencia que la activa y le añade lo que necesita para razonar correctamente.

Una pieza clave para explicar el funcionamiento de nuestra mente es el intelecto agente, luz que ilumina (y que Polo identifica con la persona, concretamente con su trascendental llamado "intelecto personal").

Pero la filosofía tradicional admite también la existencia de unos hábitos innatos, superiores a los adquiridos, que no requieren una operación previa.
Dependen del intelecto agente y son tres: el hábito de los primeros principios, el hábito de sabiduría y la sindéresis.






Glosa a Antropología trascendental. I. La persona humana. p.153.5
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¿Qué papel juega la libertad en la génesis de los hábitos innatos?

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Hablamos aquí de la libertad personal, es decir, de la actividad radical de la persona humana, creada como novedad estricta.

Esta "novedad" no es, en rigor, ex nihilo, de la nada, pues depende del Origen. La persona es respectiva de Dios, réplica en Dios, y de Dios, y para Dios.

De ahí que la actividad última o primera de la persona es una búsqueda de Aquél que puede aceptarla, y que la reconocerá.

Ese saber nuclear es lo que llamamos sabiduría, hábito innato, solidario del inteligir personal.

Pero aunque la sabiduría, por una parte alcance a saber de sí, a entender que soy "además", por otra parte, la sabiduría busca también, animada por la libertad radical que la anima,  temas inferiores, que le servirán en su proyecto.
Proceden así de ella los hábitos nativos (hábito innato de los primeros principios y hábito innato de sindéresis).

Los hábitos innatos son pues fruto del despliegue de la libertad trascendental.

Se corresponden con las tres fases temáticas de la libertad (ver Etiqueta 6.9.0 sobre la dinámica de la libertad)


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¿Cómo juega la libertad trascendental?

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1) gracias a la sindéresis dispone, actuando, con docilidad (hace regalos).

2) gracias al hábito de los primeros principios, se retira, dejando estar (ama la creación, es ecologista).

3) gracias al hábito de sabiduría ratifica su altura, alcanzándose a sí misma (es agradecida).

4) gracias a la gracia y a los hábitos infusos, cede su primado, para buscar transcendentemente su sentido último (quiere siempre más).




Glosa a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 344.2


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¿Por qué podemos decir que los tomistas disminuyen el alcance de los hábitos innatos?

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Porque los entienden sólo como "habilidades" que permiten conocer mejor los objetos. Serían facilitadores de la buena comprensión de las especies expresas.

Los tomistas tienen preferencia por el conocimiento objetivo.

Así, gracias a la facilidad que da el hábito de sabiduría, sostienen que conocemos mejor a Dios, pues estamos acostumbrados a considerar las cosas según sus causas más altas.

Según la propuesta de Polo, la temática del hábito de los primeros principios y del hábito de sabiduría no es en modo alguno "objetiva" (no se limita al conocimiento del objeto, sino que va más allá del objeto, conoce lo superior al objeto. Por ejemplo, al ver una piedra no sólo conocemos el objeto, la piedra, sino que, por el hábito de los primeros principios podemos advertir la persistencia del ser, que hace que la piedra sea).

A nivel esencial sí que es "objetiva" la iluminación intencional.
Y los hábitos adquiridos iluminan las operaciones.

Pero la sindéresis, que es el ápice de la esencia, es una iluminación superior a la de los hábitos adquiridos y a la iluminación intencional. Es un ver-yo y un querer-yo en dependencia estrecha de la persona.
Los tomistas, siendo correctos, se quedan cortos.





Glosa a Antropología trascendental. I. La persona humana. p.154 nota 5
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¿Cómo activa la sindéresis (el yo) a la inteligencia y a la voluntad?

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Conociéndolas. El yo (sindéresis) es también un conocer (método).

La sindéresis se describe como ver-yo y querer-yo.

El yo real, sin ser el quién íntimo, la persona que soy, es el centro, dependiente de la persona, de donde manan mis manifestaciones, es también mirada abierta a nuestra naturaleza y esencia humanas.

La mirada a la realidad extramental es el hábito de los primeros principios reales (etiqueta 3.2)

La mirada a la intimidad personal y a su trascendencia es el hábito de sabiduría (etiqueta 2.14).

1) gracias a la sindéresis la persona dispone, actuando, con docilidad (hace regalos).

2) gracias al hábito de los primeros principios, se retira, dejando estar (ama la creación, es ecologista).

3) gracias al hábito de sabiduría ratifica su altura, alcanzándose a sí misma (es agradecida).

4) gracias a la gracia y los hábitos llamados sobrenaturales, cede su primado para buscar transcendentemente, su sentido último (quiere siempre más).





Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 344.2


Para saber más : ver la metalógica de la libertad Etiqueta 6.2
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