La verdad es el encargo que
aparece a lo largo de mi vida.
Un encargo que no es carga,
pues la verdadera verdad es amorosa.
No está de moda el
enamoramiento, pero el que no sabe qué es enamorarse no sabe qué es la verdad.
Uno se enamora de una mujer
porque descubre que esa mujer es verdad, es decir, no una mera hembra de la
especie, sino la tarea de mi libertad.
De un ejemplar hembra de la
especie, no se enamorará nadie (se limita a ser atraído por ella): sólo cuando, de pronto, una mujer resplandece, uno
dice: "es ésta". Aquí está la razón de mi
vida, y tiene lugar el acontecimiento de la verdad.
Hay gente que rehúye
enamorarse cuando advierte que está a punto de acontecer. Por ejemplo, un
egoísta que se lo pasa bomba y, de pronto se encuentra instado por la verdad,
puede pegar la espantada. Menudo lío las complicaciones del matrimonio.
Pero el hombre que tiene
suficiente agudeza se dice: para mí, la realidad que me sale al encuentro de un
modo radiante, es imprescindible, embarco mi ser en ello.
Eso es ser libre, no carga
sino encargo. Eso es destinarse.
De esto habla Polo en el último capítulo de
"Quién es el hombre" p. 249.3
Les aconsejo ir a la página "Religión y libertad", que resume este último capítulo. La encontrarán pinchando
arriba en el inicio del blog.
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Verdad subyugante. Espero que no le importe que algún día use esta entreda en mi blog.
ResponderEliminar¡Gracias!
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ResponderEliminarTodo lo contrario, vamos en el mismo barco.
Atentamente
Joseph Kabamba
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Yo también
ResponderEliminar.
ResponderEliminarPadre Alfredo,
Quén alegría verle por aquí.
Se lo diré a su hermano.
¡Qué barco éste!
Atentamente
Joseph Kabamba