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¿Es la libertad posesión del futuro?

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Sí, pero sin desfuturizarlo.
La persona, trascendentalmente, “es” libertad. Es un poder comulgar, entrar en comunión, con Dios y los demás. Co-ser.

Dios no es "actual". Dios es Acto. Amor. Comunión libre de Personas.

Comulgar es poseer, pero no un poseer anclado en la actualidad, sino un poseer siempre abierto a la libertad de Dios y de los demás.

De ahí que podamos decir que la libertad trascendental es una posesión de nuestro futuro, con Dios y con los demás, no actualizado, sino siempre abierto. Futuro no desfuturizado.

Alcanzamos la persona como futuro, siempre futuro, abandonando el límite mental (la actualidad). Porque seremos siempre "además".

"Además" indica el puro no agotarse en conocer operativamente.

Este carácter de además no podría alcanzarse sin el límite mental, pues precisamente, la persona, en cuanto puro añadirse al límite, no prescinde de él. La persona es un “alejarse” del límite, pero siempre seremos limitados, y además. Aquí tenemos una indicación de nuestro ser criaturas.

Debemos hacer pie en el límite, para saltar y desaferrarnos de él.

Polo llama tercera dimensión del abandono del límite mental, a ese saltar, para alcanzar la persona humana como futuro siempre abierto, tomando el límite mental como punto de partida.

Tomarlo como punto de partida no quiere decir aproximarse a él, sino todo lo contrario: alejarse o desaferrarse de él.

El límite mental es la presencia (la suposición del objeto). Desaferrarse del límite mental equivale a abandonar la presencia.

Así se ve que el "presente", no pertenece propiamente al orden del co-acto de ser personal humano, aunque lo necesitemos para alcanzarlo.

Y así se ve también que "desaferrarse de la presencia mental" se equipara con el alcanzar el futuro en su sentido más estricto.

Sin embargo, al ser "además", siempre volvemos a nuestro origen. Ese volver es, precisamente, nuestra esencia humana, el sentido transversal de nuestro carácter de además.

Al ofrecerla a Dios, no dejamos atrás nuestra vida sino que la personalizamos, en Dios.
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