Se cae en la filosofía de manera subitánea. Es algo
que nos saca de la vida ordinaria.
De pronto se encuentra uno admirando. Admirarse es
dejar en suspenso el transcurso de la vida ordinaria. Quien tiene esa suerte,
ése es filósofo.
Copio de "Introducción a la filosofía" p.
30, 2: Recuerdo cuando me admiré por primera vez. Fue contemplando el
firmamento, y caí en la cuenta: ¡firmamento! Seguramente los jonios también se
admiraron así. El firmamento es lo firme.
Los primeros filósofos fueron astrónomos. También Kant
dice: hay dos cosas que despiertan mi admiración, el cielo estrellado fuera de
mí y el sentido del deber que está en mí.
De todas maneras, frente a lo eterno se puede plantear
la gran dificultad que propuso Protágoras, uno de los grandes sofistas. Sostuvo
que todo es relativo y que sólo vale lo que se tiene en las manos. Protágoras
sabía muy bien a qué se oponía; sabía también que renunciaba al afán de su
maestro, Heráclito (que de ningún modo es un movilista).
En suma, cabe decir que eso de la filosofía es una
quimera, y que conviene dedicarse a otras cosas más asequibles.
Pero quien acepte esa excusa nunca será filósofo.
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