El sentido del obrar humano es constituir el don que su "amar personal", solo, es
incapaz de aportar.
Recordemos que el "amar personal" es uno de
los cuatro radicales de la persona humana, por lo tanto se convierte
trascendentalmente con la persona.
Pues bien, la persona sabe de su Creador, pero no sabe
lo que su Creador espera de ella.
Y lo que espera se refiere a otras personas.
Pongamos un ejemplo: Dios espera de ti que me ayudes (porque
me quiere). Entonces tú, te pones a escribirme una carta.
¿Comprenden ustedes?
La carta es tu obra, tu don, que Dios aceptará porque
le agrada que me ayudes.
El obrar humano tiene así un sentido donal.
Ofrecemos dones a Dios con los regalos al prójimo.
Sirviendo. Trabajando (porque los regalos no llueven del cielo)
Glosa
a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico
nº 95. 2009, p. 349.2
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