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Ser veritativo y ser verdadero

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Distingo entre ser veritativo y ser verdadero.
El ser veritativo es la intencionalidad del objeto de lo conocido, que envía a la realidad. Es el "lo" de "lo mismo". Es irreal.

El ser verdadero es el ser real, en cuanto que se desvela.

El ser se convierte con la verdad en el cognoscente.
Una patata es verdadera si alguien la piensa o la conoce. Si la patata existe en la realidad es porque Dios la está pensando. Es verdadera porque su ser es desvelado, al menos, para Dios, como los peces de las profundidades oceánicas. Yo sabré que es verdadera cuando se desvele para mí. Pero el desvelamiento está siempre presente en Dios. El ser verdadero es real. Y es verdadero aunque yo no lo piense.

Ser veritativo, sin embargo, es la consideración del ser "en cuanto que conocido", el ser en la mente, irreal, mientras que "ser verdadero" es el ser real, "en cuanto que se manifiesta".

En las criaturas intelectuales, dotadas de conocimiento, la verdad de los seres es poseída intencionalmente.

Cuando decimos que Dios es verdadero, o es Verdad,  estamos diciendo que en Dios se desvela la verdad de su ser… Es Idéntico.

El ser veritativo no son imaginaciones o representaciones. No es una fotocopia de la realidad. El ser veritativo es la intencionalidad, el objeto o el camino, el hueco de mi ventana que me permite conocer lo real.

El ser verdadero está "manifestando" lo que es, gracias al cognoscente, porque alguien le conoce.

Ser veritativo y ser verdadero coinciden.






Para saber más ir a la etiqueta 1.5.3 separación (es el meollo del conocimiento, junto a la noción de coincidencia).

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¿Por qué buscamos la verdad?

Buscamos la verdad porque la misma verdad nos inspira.

Nos sabemos libres y queremos conocer de dónde nos viene nuestro señorío, la profundidad inagotable de nuestra libertad nativa.

Al conocer mejor nuestro Origen podremos destinarnos. Es un deber de gratitud.

La verdad de quiénes somos (y seremos) debe desvelarse por completo.

En la medida en que nos sabemos libres, atisbamos nuestra verdad de hijos de Dios, y al aceptarla somos conscientes del encargo encomendado: dar fruto.

Ahí estará nuestro destino y nuestra felicidad.

El fruto es el vida. Mi vida entrelazada con las otras vidas.
Vida que crece.

La verdad nos inspira.







Para saber más:
Etiqueta  1.1.2  la libertad

Etiqueta 5.5.4   libertad nativa
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¿A qué llama Polo "acontecimiento"?

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A un acto inmenso: el encuentro con la verdad.

El "encuentro" es un acontecimiento enorme, colmado por la verdad.
La verdad "es" en ese enorme acontecimiento que es el encuentro.

La inmensidad de Dios es colmada por el Verbo.

Los animales nunca "encuentran" porque lo único que se puede "encontrar" es la verdad.

Sin verdad no hay libertad.
La verdad es el desvelamiento del ser. Para un monolito, de maciza materia, no hay desvelamiento que valga.

Sólo las personas, al tener intimidad pueden encontrarse y encontrar el sentido del mundo.

Trascendentalmente la persona es libertad, actividad inagotable del hijo, que busca el desvelamiento del ser,  su tarea, su encargo (quién soy en Dios).

Si no hubiera encargo no habría tampoco verdad trascendental. Las verdades serían, a lo más, sentimiento, como cuando un perro se topa con una chuleta de cordero. Las verdades serían datos de funciones logarítmicas. No habría personas, destino, encargos.

Y uno "se encuentra" el encargo a lo largo de la vida.

No es una verdad desencarnada, o simplemente para "pensar" en ella, "2+2=4".
La verdad no es un teorema, no es una especulación, no está en las nubes. ¿Qué me va en que 2+2=4? En todo caso me servirá cuando vaya a contar dólares o a repartir melones.

La verdad que es mi encargo se yergue ante la propia vida y la impulsa, la inspira. Todo el valor de mi hacer, de mi práctica, depende de ella.

Aunque esté muy alta, mi estrella, yo sé que un día la he de alcanzar.







De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 249

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¿Es una carga el encargo?

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La verdad, el desvelamiento de mi ser personal (ser hijo) es el encargo que aparece a lo largo de mi vida. Encargo porque es una llamada del Creador y debo responder libremente, operosamente, cantándola.

Un encargo que no es carga, pues la verdadera verdad es amorosa. Comunión fructífera y sabrosa de personas.

No está de moda el enamoramiento, pero el que no sabe qué es enamorarse no sabe qué es la verdad.

Uno se enamora de una mujer porque descubre que esa mujer es verdad, es decir, no una mera hembra de la especie, sino la tarea de mi libertad.

De un ejemplar hembra de la especie no se enamorara nadie (se limita a ser atraído por ella: sólo cuando, de pronto, una mujer resplandece, uno dice: "es ésta").

Aquí está la razón de mi vida, y tiene lugar el acontecimiento de la verdad.

(También es cierto que una mujer, o un hombre, no están a la altura de nuestra réplica, salvo que entren sacramentalmente – me refiero al símbolo real – en el plan de Dios).

Hay gente que rehúye enamorarse cuando advierte que está a punto de acontecer. Por ejemplo, un egoísta que se lo pasa bomba y, de pronto se encuentra instado por la verdad, puede pegar la espantada. Menudo lío las complicaciones del matrimonio.

Pero el hombre que tiene suficiente agudeza se dice: para mí, la realidad que me sale al encuentro de un modo radiante, es imprescindible, embarco mi ser en ello.

Eso es ser libre, no carga sino encargo. Eso es destinarse.






De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 249.3

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¿Por qué decimos que la articulación de verdad y libertad es radical?

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Llamamos "radical" a lo trascendental, ya sea a nivel del ser del universo o del ser personal.

La verdad y la libertad se manifiestan a nivel de la esencia de la persona (la esencia es precisamente la manifestación de la persona), pero se articulan desde el ser personal, que es trascendental o radical. (No olvidemos que los trascendentales se convierten en su ser raíz).

Dicha articulación está pues enraizada (radical viene de raíz) en la ordenación "originaria" de la persona humana. Dios nos ha creado así.

En efecto, la intimidad de la persona humana (que es la dualidad radical entre co-ser y libertad) se trueca en búsqueda de reconocimiento (en búsqueda de su réplica o lo que es lo mismo, en búsqueda de su verdad personal) y lo hace, originariamente, siguiendo la llamada del Creador.

Ésta búsqueda de reconocimiento no es otra cosa que el ejercicio del hábito de sabiduría, innato al Inteligir personal (los cuatro radicales de la persona humana son Co-ser, Libertad, Inteligir y Amar). Gracias a este hábito podremos alcanzar nuestra verdad personal, la verdad que ilumina mi vida. (La verdad en la persona, radicalmente, es precisamente el Inteligir transparente).

"La verdad os hará libres" se puede entender así en dos sentidos:

a) gracias a nuestra verdad "personal", la libertad aparece en mi vida, (aquí hablamos de la libertad a nivel esencial), pues sé cómo debo conducir mi vida hacia la felicidad;

b) gracias al ejercicio de la libertad que soy radicalmente (aquí hablamos de la libertad trascendental) podré encontrarme con la verdad, con mi verdad personal, con mi réplica. Acontecimiento de la máxima felicidad.

Sólo el que es libre y ejerce su libertad alcanzará la verdad. Es la verdad la que tira desde arriba, o desde dentro. La que sopla, la que inspira, la que enamora, la que inflama.








Inspirado en Ángel Luis González, Ser personal y libertad. Anuario filosófico, n. 97,  p. 98.4

Para saber más :
Etiqueta 5.11.0 intimidad
Etiqueta 5.4.2   réplica
Etiqueta 2.14.0 hábito de sabiduría
Etiqueta 5.13.1 llamada inicial (en construcción)

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¿Cuál es el momento inaugural de la filosofía?

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El momento inaugural de la filosofía es el momento en el que aparece el primer fruto de la actitud admirativa: el hallazgo de la existencia de lo extratemporal y, por tanto, la aparición de la verdad.

Es un acontecimiento subitáneo, inesperado, como cuando uno se enamora. Se "cae" en el amor, se "cae" en la filosofía, y se vive mejor.

Si podemos hablar de la verdad del ser es porque descubrimos que hay algo que no cambia. Es el ser que se desvela. Si todo fuera variable y temporal no podría hablarse de la verdad.

La realidad está fundada de una manera estable.

Se obtiene así la primera "claridad" de nuestra experiencia intelectual: la necesidad. El ser es "necesario", verdadero.

Los entes tienen una verdad. Podemos conocer lo que las cosas son “en sí”, la inseidad de los entes que los filósofos llaman esencia (ousía).

El ente posee en sí mismo su propia consistencia verdadera, y ese ser íntimamente verdad, es la esencia.

No hablamos aquí de la verdad en cuanto conocida, sino de la verdad de las cosas. La verdad onto-lógica.








Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.47

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¿Cómo comparece la verdad?

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La verdad, en su primera versión filosófica, se asimila al descubrimiento de lo actual.

La verdad no es tiempo ni espacio, sino justamente el con-sistir, la unión consigo, aquello que no tiene nada que ver con el pasar (tiempo) ni con la distancia (espacio), por tanto lo que no es susceptible de olvido.

La verdad que comparece en el inicio de la filosofía es eterna en el modo de "lo actual", en un presente propio. El paso de la historia no le afecta.
La verdad es eterna y vale para todos.

Pese a la riqueza indiscutible de esta versión de la verdad, el filósofo busca más. No le basta "la actualidad". (hablamos de la actualidad en la etiqueta 2.4.1)

"Aunque la mona se vista de seda, mona se queda". Al filósofo le interesa la mona, lo que es.
La verdad comparece como actualidad que el tiempo no corroe. Pero al filósofo le interesa también saber por qué se viste de seda. Por qué no es mordida por el tiempo. Cuál es la fuente de la actualidad.

De todos modos, no olvidemos el significado de con-sistir que acabamos de exponer, que no es otra cosa que el límite mental.

A mi amigo Vargas, joven filósofo, le cuesta entender, por ahora, que el límite es también riqueza. Sin el límite, sin la actualidad, no podríamos vivir.








Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.34.2
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¿De qué verdad habla Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate?

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Para entender en profundidad la encíclica Caritas in veritate, debemos tener en cuenta que Benedicto XVI habla de la "verdad" que los polianos llamamos "la verdad personal".

Si la verdad es el desvelamiento del ser, la verdad personal es el desvelamiento del ser personal, de la persona que somos.

En esta vida la verdad personal se manifiesta según lo que llamamos la "esencia" de la persona.
Pero la "esencia" o vida de la persona no es nunca bastante.
La persona, su verdad, es siempre "además".

La verdad no es una cosa, no es un monolito o un asteroide caído del cielo.

La Verdad siempre nos sorprenderá.

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¿Cómo aparece la verdad al inicio de la filosofía?

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Lo primero que el filósofo descubre es "la estabilidad" del ser. Lo que no es mordido por el tiempo. El firmamento.

Su admiración le hace "caer" en la filosofía. Polo cuenta su experiencia de cómo cayó en la filosofía al contemplar un cielo estrellado.

Al mismo tiempo, el filósofo se da cuenta de que él es capaz de conocer el ser. Hay en mí algo intemporal que me permite entender lo que no cambia.

Pues bien, el ser, en cuanto que es conocido, en cuanto que yo soy capaz de poseerlo, es la verdad del ser. Es así como aparece la verdad al inicio mismo de la filosofía.

El filósofo sabrá distinguir entre el desvelamiento del ser, que es el ser "verdadero" y la verdad que está en mi entendimiento (gracias a la intencionalidad) que es el ser "veritativo". Ser verdadero y ser veritativo "coinciden".

La verdad y el ser se convierten, coinciden sin ser lo mismo.

La verdad es tan inmutable como el ser. La verdad es el desvelamiento del ser.

Aunque yo no conozca las cosas, las cosas son verdaderas porque Alguien las conoce, o porque están en potencia de ser conocidas, atendiendo a mi mente.

La verdad en sí misma, la verdad fuera de mi mente, la verdad aunque yo no la piense, es la verdad que podemos llamar ontológica. La verdad del ser.

Platón, idealista, llama urános, al lugar donde está la verdad, donde están las ideas.

Idea es el término que utilizamos para designar "las esencias estables" de las cosas, la verdad de los entes.
Cuando se empezó a hablar de "esencias", los filósofos se enamoraron de la verdad de las cosas.

Sin embargo, un realista sabe que la verdad de los seres está siempre en un conocer. En la coincidencia.

Las verdades no son cosas. Las cosas causan la verdad en mi mente o son causadas por la Mente que las crea.






Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.47.2

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¿No caemos en el idealismo si decimos que verdad y ser se convierten?

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Para evitar el idealismo, Aristóteles acentúa la prioridad de la realidad.
El modo filosófico de mentar la realidad es la noción de "ente". De ahí la importancia que el "ente" ha tenido en la historia de la Filosofía.
Las cosas, en cuanto que son reales, se llaman entes.

Aristóteles utiliza la palabra ousía para decir que los entes no son meramente ónticos.
Ousía es un abstracto del participio de presente del verbo einai. Es como señalar que la realidad es verdadera, que el ente es onto-"lógico", posee en sí mismo su propia consistencia verdadera.

No olviden que la verdad es la manifestación del ser.
Las verdades no están en el mundo de las ideas, sino en las cosas. Esto es lo que quiere acentuar Aristóteles.
Aristóteles es realista, no idealista.

Así entendemos mejor la noción de esencia. Porque ese ser verdad de las cosas, es la esencia, la ousía, que se vierte al latín con la palabra essentia. Esencia es la verdad de cada cosa, su ser en sí, verdadero.

El ente verdadero como ousía no está en el mundo de las ideas, no es exactamente lo mismo que la "entidad" que corresponde a la verdad "en cuanto conocida".

Porque la verdad, estrictamente, está en el conocimiento. El ser se desvela en el conocimiento. Pero esto no quiere decir que las ideas sean una especie de humo de mi cerebro. La realidad de las ideas, es decir, la realidad de la verdad en mi mente, no proviene de una ousía subsistente en mi cabeza. Proviene del acto de conocer, que es real.

Sin embargo, el objeto de mi conocimiento es irreal.

Gracias a la intencionalidad del objeto, poseemos la realidad.
A esta intencionalidad se le llama realidad veritativa, pues en ella poseemos la realidad. En el interior de la intencionalidad se encuentra el ser  que llamamos veritativo, distinto del ser ontológico. El ente veritativo es irreal, el ente ontológico es real.

Ser y verdad se convierten pero distintamente en las cosas (entes reales cuya verdad se manifiesta al que conoce) y en mi pensamiento (gracias al ser veritativo o intencionalidad del objeto del conocimiento poseo la realidad).

No somos, pues, idealistas. Las ideas no tienen un "lugar" real. Las ideas están en el pensamiento y las cosas tienen su verdad.
Mi pensamiento es verdadero si coincide con la verdad de las cosas. O dicho de otro modo, las ideas de mi pensamiento son verdaderas si coinciden con la verdad que las cosas manifiestan.






Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.48.2



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¿No serán la verdad y el bien, el conectivo del amor?

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Siendo la verdad el desvelamiento del ser.
Siendo el bien la efusión del ser.
Siendo el amor la comunión del ser.

Pienso que los tres son convocados por la belleza de la humildad.

Quizá, según el plan de Dios, es María el conectivo. La Belleza que convoca.

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¿La verdad es el todo?

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Esa es la interpretación hegeliana de la verdad.

Nada escapa a la razón, que se identifica con una memoria que recupera, conserva y nada pierde. Es el todo.

El hombre sería lo sintético.

El idealismo absoluto es un optimismo demasiado ingenuo para lo que hemos vivido en el siglo XX.

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¿La verdad está en el objeto o en la cosa?

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En sentido estricto, la verdad está en el objeto "conocido", es decir en el objeto "intencional", en el objeto en la mente.

Tomás de Aquino lo dice así :"esse rei, non veritas eius, causat veritatem intellectus. Formaliter, veritas est in intellectu".

Una de las dimensiones de la verdad es ciertamente la adecuación entre la cosa y el intelecto. Pero sin intelecto no hay adecuación.
La adecuación corre a cargo del conocimiento.

Sin intencionalidad no hay verdad en el pensamiento.

El ser de la cosa es causa de la verdad, pero la verdad no está en el ser, sino en el intelecto.






De esto habla Lluis Pifarré en su libro "Entender a Leonardo Polo", p. 59.5

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¿Dónde está la verdad, en la cosa o en el conocimiento?

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La verdad está "formaliter" en el conocimiento.

Aristóteles afirma que si las formas no están en la mente, están en la materia.
Las formas en la mente es conocimiento.
Las formas en la realidad son las cosas.

Las formas que informan la materia no son cognoscibles en acto. Son cognoscibles en potencia. Y devienen "acto" en la intención de la operación cognoscitiva, no en la cosa. Esa intencionalidad es precisamente el "objeto" del acto de conocer. Objeto irreal.

El acto de conocer una cosa, no es una cosa, y no es la cosa.
El acto de la cosa está en la realidad.
La verdad de la cosa está en el acto de conocer.

El problema se presenta sin solución si entendemos la intencionalidad del conocer como si fuera una "copia" de la realidad. Una "copia" real. Como si la idea fuera una realidad, como lo es la realidad de la cosa.

Para comprender la intencionalidad hay que sustituir la noción de "copia" por la noción de "medida". Me explico:

El conocimiento está "medido" por la realidad.
Por eso podemos decir "esse rei causat veritatem", el ser de la cosa "causa" la verdad. Ese "causar" significa "medir".

Lo intencional es "medido" por la realidad. Pero lo intencional no es una "copia" de la realidad. El acto de conocer no posee una "copia" de la realidad, sino que posee "intencionalmente" la realidad. Poseemos, al conocer, un objeto por el que conocemos la realidad.

Debe evitarse la confusión entre objeto y copia.
Ajustar la noción de "objeto" no es fácil y es imposible si se prescinde del acto de conocer. Como si hubiera objetos volantes, o ideas "en sí" o copias reales.

Lo que hace ser al objeto conocido no es el acto de ser de la cosa conocida, sino el acto de conocer del cognoscente.
No hay conocido sin cognoscente.
Una piedra no es conocida en acto si un cognoscente no la conoce.
Y el objeto conocido no está en la cosa sino en el cognoscente.

La cosa conocida "mide" la intencionalidad, y en la medida en que mide, "causa" la verdad en el cognoscente; pero sin acto de conocer no hay verdad.

La cosa es original en cuanto causa, no en cuanto verdadera. La verdad de la cosa está en el cognoscente, que es medido por el ser de la cosa.



De esto habla Lluís Pifarré en su libro "Entender a Leonardo Polo", p. 63.3

Para saber más sobre :
la intencionalidad………..etiqueta 2.2.0
la forma……………….………etiqueta 1.4.6
el objeto………………...……etiqueta 2.4.0
el acto de conocer………..etiqueta 2.0.1

Arriba en el blog hay una pestaña titulada "el Inteligir humano" que puede también ayudar a entender este tema.

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¿Es la verdad un todo, un absoluto total?

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Ése fue el intento de Hegel.

Hegel conculca el axioma B (el axioma poliano de la distinción, que dice que las distintas operaciones son jerárquicas).

Lo conculca al sostener que la diferencia de objetos es provisional, porque en rigor, para él, no hay más que un objeto absoluto total, como verdad total.

Los objetos del conocimiento son múltiples y no provisionales.

La verdad no es "un" todo, sino que es rica por dentro. Distinta en distinciones.








De esto habla Lluís Pifarré en su libro "Entender a Leonardo Polo", p. 73.2.
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¿Cómo se destruye el lenguaje?

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Mintiendo.

¿Se puede usar el lenguaje de cualquier manera?
No, el lenguaje hay que emplearlo según una norma: la veracidad.

El que no usa su lenguaje verazmente, está destruyendo el lenguaje.

Aparece aquí un problema ético decisivo, que es la distinción entre decir verdad y mentir.

Destruir el lenguaje es hacer imposible la cooperación humana, y por tanto estorbar el desarrollo y la organización del trabajo humano.

Suelo decir que el subdesarrollo no es una consecuencia de la ineptitud; el subdesarrollo es la consecuencia de mentir demasiado (ay mi África!), de que la gente no se fía de nadie.
Cuando un señor dice "voy a hacer tal cosa" y luego no lo hace, y se le pregunta: "¿por qué no lo has hecho?" y responde que por educación no sé decir que no, miente con sus obras y conculca las condiciones básicas del trabajo en común.









De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 43.2.


Para saber más:
sobre el trabajo, ver etiqueta 9.2.0
sobre el lenguaje, ver etiqueta 9.3.0
sobre el arranque de la ética, ver etiqueta 9.1.0
sobre la sociedad, ver etiqueta 7.6.0
sobre las normas, ver etiqueta 9.1.4

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¿Qué es lo más característico del intelecto?

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El intelecto ut co-actus es uno de los cuatro trascendentales personales descubiertos por Polo. Por ser trascendental personal se convierte con la persona que cada uno es. Cada uno somos nuestro Inteligir personal.

Y se caracteriza por su "transparencia".

Las personas somos transparentes. Los animales no.

Transparencia significa luz atravesada de luz.

La luz del intelecto no es como la luz física, que es sólo un vehículo para impresionar nuestra retina.

La luz del intelecto es luz con contenidos, es un poseer lo conocido.
Pero atención, lo conocido es distinto del conocer. Si no fuera distinto, no se conocería nada.

La retina posee la impresión sensible, pero no la conoce.
Conocer es poseer, sí, pero guardando su interna diafanidad, guardando su dualidad, desde la cual puede serlo todo.

El conocimiento sensible de los animales no es propiamente conocimiento, es un sencillo proceso, ven lo que ven, sin saber que lo ven. Los animales no son duales.

Transparencia es otra cosa, es luz-luz, luz intrínsecamente atravesada de luz que va iluminando la realidad.

Lo inteligido es luz, y según la libertad (según la posibilidad irrestricta de conocer, guardando la dualidad), el intelecto la acoge en su interior.

El intelecto o Inteligir personal es trascendental, lo hemos dicho, se convierte con el ser personal. Gracias al hábito innato de sabiduría (uno de los hábitos del Inteligir personal) se desvela el co-ser que somos: nuestro ser personal, que será siempre además.
Que será siempre transparencia, luz de luz.

Clásicamente se dice que la verdad aparece en el juicio. La expresión es correcta, pues si decimos que este perro es negro, siéndolo, poseemos la verdad. Es una verdad a nivel de nuestra esencia.

Pero si esencialmente poseemos esa verdad es porque en nuestro interior aletea la verdad trascendental. La verdad de la transparencia que somos, que nos permite, a cada quién poseer sus verdades esenciales, en la medida en que las iluminamos.

Es el intelecto personal que somos, el que sabe que lo que va apareciendo es luz que está atravesando nuestra luz.

El Inteligir personal es transparencia.







De esto habla Polo en Antropología trascendental I, p. 119.3
Para saber más sobre:
la transparencia, ver etiqueta 5.4.4
la luz, ver etiqueta 2.0.3
el intelecto personal, ver etiqueta 5.5.2

Y abran más arriba, en lo alto del blog, la página sobre el Inteligir.

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¿Qué verdad nos hace libres?

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La verdad que nos hace libres es la verdad personal, que se alcanza con el abandono del límite mental según su 3ª dimensión.

Cuando "concentramos" la atención (1ª dimensión del abandono), advertimos el acto de ser del universo.

Al hábito ejercido (hábito de los primeros principios) corresponde la verdad trascendental metafísica, el desvelamiento del ser primero (acto de ser del universo o persistencia o principio de no contradicción).

Pero al ejercer el hábito de sabiduría (3ª dimensión del abandono) alcanzamos la verdad trascendental antropológica, el ser personal, y se desvela el hijo que somos, nuestro amar donal y nuestra libertad.







De esto habla Polo en Antropología trascendental I, p. 124.3

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¿Por qué decimos que las criaturas son verdaderas?

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Antes de responder distingamos entre las criaturas intelectuales y las criaturas que no conocen intelectualmente.

La criatura que no conoce (noten ustedes que me refiero al universo, que como acto de ser es llamado persistencia) es verdadera en cuanto que es conocida.
Su verdad está en Dios, y también en las criaturas intelectuales que la conocen.

Las criaturas intelectuales, sin embargo, son verdaderas por dos motivos: en cuanto que son conocidas y en cuanto se convierten con el conocer.
El inteligir personal es un trascendental que se convierte con el ser personal (ser personal que al ser dual llamamos co-ser)

La verdad de la persona es portadora de verdades: las que conoce.
Y en cuanto libre, abierta por su futuro indesfuturizable, la criatura intelectual estará siempre abierta a más verdades.
Es además.

Lo único que la obtura es la Mentira.







De esto se habla en L. Polo. Antropología trascendental. Tomo I. La persona humana. p. 71.4


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¿Qué es el encargo de los encargos?

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El encargo de los encargos es encontrarse uno con la verdad “qua” verdad.
No ya la verdad de esto o lo otro, sino descubrir la verdad como tal en esto o en lo otro.

El encargo de los encargos es la verdad, el desvelamiento del ser, de la realidad. Es la verdad la que encarga los encargos.

Los implícitos de la verdad son sacados a la luz en mi vida. La verdad es el camino que nos une a Dios.

No puedo vivir sin progresar en la verdad (fe+trabajo+amistad). La tarea de mi vida es descubrirla aún más.

La verdad no tiene sustituto útil. No la puedo cambiar por otro interés. Mi vida depende puramente de ella.

El noús se pone en marcha con el encargo de articular el vivir (el trabajo, la amistad) de acuerdo con la verdad.

El destinatario soy yo, desde luego, pero también otro ¿Quién acogerá mi don?
La Verdad.

Encontrar la verdad es integrarla en uno mismo. Vivo desde la verdad, por la verdad.

Si no tiene lugar el encuentro con la verdad, no hay encargo posible, no hay tarea asumible, ni libertad. Somos esclavos de la necesidad. El mito heroico es entonces trágico. La religiosidad humana se transforma en magia, en tedio desesperanzado. La clave del mito heroico completo es la verdad que aparece en la vida.

Tú eres la Verdad de mi vida.








De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 250.3

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¿Qué sucede cuando el ser se desvela?

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Cuando el ser se desvela, su belleza nos convoca.

La verdad se presenta entonces como un gran acontecimiento, que nos enamora al estar intrínsecamente unida a la belleza.

La verdad es bella; la belleza es el esplendor mismo de la verdad.

En el camino de la vida en el tiempo, resplandece también la esperanza, pues por su ventana asoma la verdad futura.

Los griegos descubrieron el ente, y con él, la verdad y su belleza. E inseparablemente de la verdad, la inmortalidad del alma capaz de amarla. Un acontecimiento inmenso, extraordinario.

A otros, sin embargo, les entra el miedo a perderla y se enmarañan en el mito, abocándose en una vida débil, sin encargo.

Otros, en fin, se entretienen tejiendo y destejiendo, con una sabiduría práctica. A ésos debemos enseñarles por dónde sale el sol.


De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 251, 3


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¿Se puede proponer a todos la verdad de la misma manera?

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No.
La verdad se presenta a cada quién.

El gran acontecimiento es encontrarla.

La iniciativa es de la verdad, pero si estamos distraídos, si no nos ponemos en condiciones de toparnos con ella (quizá porque no podemos o no sabemos), la verdad pasará de largo.

Más aún, es evidente que el acontecimiento de la verdad no se da igual para todos.

No porque propongamos la verdad, la van a encontrar.
Una cosa es proponer la verdad y otra encontrarla.

Quizá el que habla monologa, habla un poco para sí mismo o desde su propia experiencia o no se sepa explicar. O quizá está proponiendo la verdad de una manera que no sea adecuada para que tenga lugar como acontecimiento en la vida del otro.

Esto no significa que hayamos de desistir y reducir la verdad a un asunto meramente privado, individual.

Aunque la verdad sea discontinua, como la historia, según la libertad de cada uno, todos los caminos llevan a Roma.








De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 251, 5

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¿Cuál es el mejor modo de proponer la verdad?

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El mejor modo de proponer la verdad es el diálogo.

Que cada uno aporte el testimonio (más o menos bien elaborado) de su propia andadura hacia la verdad.

Aunque yo no haya descubierto, como un día descubrió Polo, la verdad de la sinfonía 20 de Mozart, puedo participar, comprender, abarcar, su experiencia y la mía (un día ante mi piedrecita blanca).

Dice don Leonardo que puede uno escuchar a Mozart durante años hasta que, de pronto, se da cuenta de lo que encierra en su obra.

Hay gente que encontrará la verdad en la música, gente que la encontrará en la política, y otros pelando patatas.

Y tú ¿cómo eres feliz?







De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 252,2


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