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¿Qué es autotrascenderse?

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Autotrascenderse no es una especie de autorrealización para ser más o de nirvana para desvanecerse. No es ni causarse ni destruirse.

Autotrascenderse es una forma de dar (no olvidemos nunca que el "trans" de transcendental significa "dar").

Autotrascenderse es darse, buscando quién nos acogerá.

Es una búsqueda pura, pues no se trata de encontrar algo, sino sumirse en el dar.

Un dar que es imposible si el don no es acogido.

¿A quién contaré mis penas mi dulce amor…?








Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.61.2 nota 35. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.
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¿Qué nos muestra de Dios el autotrascendimiento humano?

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Autotrascenderse es una forma de dar. La más alta.

No es un aniquilarse, ni tampoco simplemente cambiar a mejor.

Cuando hablamos de autotrascendimiento, queremos decir actividad más alta de dar: darse.

Lo trascendental en sentido estricto es el Dar supremo, Dios.

Pues bien, en congruencia con el autotrascendimiento humano, podemos entrever el carácter donal de la actividad divina, del ser de Dios.

Las relaciones personales intratrinitarias son relaciones donales.

La Sagrada Escritura expresa en términos de dar la relación entre el Padre y el Hijo (por ejemplo, Jn 5, 36); e igualmente el Padre da el Espíritu (Lc 11, 13) a petición de Cristo (Jn 14, 14), y lo da sin medida (Jn 3, 34).

Este "sin medida" significa "sin reservas".
Sólo Dios puede dar así.

Luego el autotrascendimiento humano nos muestra, si lo llevamos al extremo, cómo será el Dar supremo que es Dios.








Sacado del artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.61.2 . Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.

Para saber más ver las etiquetas :
1.0.1  Dios
1.0.2  dar trascendental
1.5.2  relación (en construcción)
5.2.0     trascendentales
12.1.0  Trinidad(en construcción)

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¿Cómo es el dar divino?

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El "dar divino" es sin  pérdidas ni reservas.

El profesor Ignacio Falgueras encuentra que el Dar supremo es sin pérdidas al constatar que es dar puro.

Y añade que Cristo revela (a quien lo busca) un núcleo del dar aún más profundo y preciso.
Se trata de un ingrediente del Misterio manifestado en la cruz: el dar sin reservas.
La muerte de Cristo, libremente aceptada y querida, tiene el sentido donal más alto.
Los cristianos sabemos así que el dar divino es “sin reservas”.




Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar", de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.61.3. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.
Para saber más:
Etiqueta 1.0.1 Dios.

Etiqueta 1.0.2 Dar trascendental.
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¿Pueden las criaturas dar sin reservas?

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El "dar sin reservas" de Dios es un misterio oculto.

Pero su revelación por la palabra silente de la cruz arroja una iluminación inesperada para la inteligencia humana en su investigación de los trascendentales.

El “sin reservas” es la anulación en Dios del amor a sí mismo.

Las criaturas no pueden dar “sin reservas”. Y no lo pueden porque su “dar” es recibido. Sólo olvidándose de sí llegan a ser divinizadas y entran en el dar interpersonal supremo.

Aquí, olvido de sí significa olvido de su yo. (Lo digo porque cabe otra interpretación del olvido de sí, como introducción querida del límite mental para actuar y servir).

Los trascendentales humanos son condicionales.
Dan si reciben. Y si nada en ellos se opone al dar. Evitar esa oposición es la tarea que los cristianos llamamos lucha ascética: el progresivo y constante olvido del yo.









 Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.62.2 Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.

Para saber más:
Etiqueta 1.6.1 Ser creado
Etiqueta 1.0.2 Dar trascendental

Etiqueta 1.0.1 Dios
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¿Cómo iluminar la conversión en identidad de los trascendentales?

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Iluminaremos la conversión de los trascendentales si consideramos que el dar divino es sin reservas.


Falgueras saca un enorme provecho de Fil 2, 7-8 en donde se habla de la kénosis o exinanitio y de la humiliatio del Verbo.

Este "sin reservas" arroja una luz inesperada para la inteligencia humana en la investigación de los trascendentales.

En efecto, ya sabíamos que el dar divino es sin pérdidas.
De ahí que entendamos que no hay incompatibilidad entre la Unidad de Dios y la Trinidad, pues las Personas, al dar, no pierden nada.

Ahora, con el dato revelado del "sin reservas", entendemos que los trascendentales se convierten en identidad.

La teología trinitaria gana en comprensión de la positiva congruencia o unidad entre las Personas. Y, a la vez, la filosofía trascendental y cristiana afirma su convicción en la conversión en identidad de los trascendentales personales, mejor dicho, en el horizonte de identidad, ya que la persona humana será siempre "además" (la identidad no es detención).









Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.62.3. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.

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¿Cómo se caracteriza el dar puro?

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Es un dar en el que nada se pierde y nada se guarda.

Un dar sin reservas.





Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.68.2. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.

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¿Es misterioso el origen del dar?

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Podemos describir la electricidad y conocer sus causas físicas. ¿Pero qué es la luz? La luz en sentido estricto es "conocer" (hacerse otro).

Nos complace describir fenomenológicamente nuestra experiencia intelectual del conocer. Pero solo Dios sabe "dar" el conocer.
El Origen es un misterio.
(Misterio es una iniciativa divina).

El hombre sabe cómo "dar" en la medida en que aparece en él la verdad de su voluntad: lo tuyo es querer, hacer el bien, dar más otro, dar sin perder.

El mal, el dolor, es la obstrucción del querer. Inexplicable en su origen como inexplicable es el Origen del dar.

Yo puedo explicar el porqué de un dolor de muelas y su utilidad para preservar mi boca. Pero hay razones que solamente conoce el corazón. La más alta es el Origen.

El dolor humano es un símbolo del dolor puro. Y el dolor puro es un misterio.
¿Por qué no quieres dar?
Solo el Amor lo desvela.

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¿No serán la verdad y el bien, el conectivo del amor?

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Siendo la verdad el desvelamiento del ser.
Siendo el bien la efusión del ser.
Siendo el amor la comunión del ser.

Pienso que los tres son convocados por la belleza de la humildad.


Quizá, según el plan de Dios, es María el conectivo. La Belleza que convoca.
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¿Hay distintos niveles de bien?

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El bien es la efusión del ser.

La verdad es el desvelamiento del ser. El bien es su efusión.

El bien, me escribió un día Jorge Mario Posada, es lo otro que el ser, en orden a la realización del ser.

Veamos sus niveles:

1) El bien absoluto es el Don de Dios. El Espíritu Santo que se identifica con el Dar y Aceptar divinos.

2) El bien de la persona es la efusión de su ser.

El bien trascendental personal  es la efusión de las personas como comunión de amor,  siempre abierta al futuro. Tal el fuego. Es un bien necesario. También se le llama bien absoluto, en cuanto que se añade al Ser, sin añadirle nada.

A nivel trascendental, el bien de la persona es el futuro no desfuturizable, pues Dios la asistirá siempre. Siempre más. Es la Réplica de cada quién en Dios.


3) A nivel esencial el bien personal es su don, es decir, su esencia creciente. La tarea de la persona es hacer el bien que ofrecerá a Dios. Edificar su vida.

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Y ahora hablemos del ser del universo físico, que es distinto del ser personal, pues no es libre.

1) El bien absoluto es Dios como primer principio de Identidad.

2) El bien del universo físico, a nivel trascendental es el futuro, sencillamente persistente.

3) El bien del universo, a nivel esencial, es su esencia, el despliegue de la tetracausalidad que se cumple gracias a la causa final. Por eso hay un adagio en filosofía que dice que el bien tiene razón de fin.








Para saber más
Etiqueta 4.0 La esencia del universo.
Etiquetas 1.4.4 la tetracausalidad y  1.4.8 Causa final (ambas en construcción).
Etiqueta 1.0.2 Dar trascendental

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Si el bien es "lo otro que el ser", ¿es lo mismo "bien" que esencia?

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En un cierto sentido sí, porque la esencia se distingue realmente del ser, y por tanto es "lo otro" que el ser.

Pero es estrictamente  "bien" en cuanto que es aceptada por otro, con y por el Otro.

Pienso haber entendido esta explicación en el blog poliano de Juan A. García González, tras una  intervención de Jorge Mario Posada, aclarando que hace falta distinguir el intento de bien como "otro que el ser", de la instauración de ese intento.

La instauración de ese intento se realiza con intervención de las personas: las personas aceptan u otorgan un don, el bien.

El intento de bien aparece gracias a la razón práctica y es refrendado por la voluntad, a nivel de la esencia del hombre. Es ésta la dimensión  esencial donde se juntan bien y esencia, si las personas se aman.

El amar, trascendental personal, acepta o da el bien al otro, con y por el Otro.


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Me permito insistir: Si el bien es "lo otro que el ser" en orden a su realización, el bien es un don.

El bien de la persona es su esencia libremente otorgada y aceptada.
El bien del universo es su esencia desplegada según Dios, con la colaboración del hombre, como teatro de nuestros Amores.

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En cualquier caso, el bien es un don. Es lo otro que el ser, que se realiza como don de la persona.

1. El ser (del Universo físico) persiste,  y entonces la persona que otorga el don es Dios. Ese don es el bien metafísico, que podemos contaminar con nuestros amores desordenados.

2. El ser (la persona humana) insiste, y entonces es la persona humana la que otorga el don, añadiéndose al querer de Dios. Ese don es el bien moral.

3. Si lo miramos desde la esencia, el bien es crecimiento :
El bien metafísico existe (la esencia del universo).
El bien personal es siempre más, consiste (la esencia humana).
El bien antropológico es, pues, lo que las personas añaden a la esencia, desplegándola (bien metafísico) o queriéndola (bien personal).

En los tres casos el bien (lo otro) es el ser en orden a su realización.


Jorge Mario ha aclarado que a nivel trascendental,  el amar equivale a dar y a aceptar un don.
Es una ampliación del bien trascendental metafísico, es ahora uno de los trascendentales personales descubiertos por Polo.

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¿Qué es servir?

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Servir es hacerse otro sin dejar de ser quien somos, en orden a la comunión, para dar más. Como una coral. Acompañar.
Servir es "hacerse otro", por el amor, gracias a los dones que aceptamos y otorgamos.

Aprendí de Ignacio Falgueras que "hacerse otro" es más que desvelar el ser. Pues cuando el ser se desvela nos inspira y le cantamos, dándole más.

Servir es "hacerse otro" para dar más a alguien. Es convertirse en bien para alguien.

Somos un bien para los demás gracias a los dones, que aceptamos y otorgamos.

Si el bien es lo otro que el ser en orden a su realización, servir será el "hacerse otro" para dar más a alguien, en orden a la comunión de personas (que es el amor).

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¿No serán la verdad y el bien, el conectivo del amor?

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Siendo la verdad el desvelamiento del ser.
Siendo el bien la efusión del ser.
Siendo el amor la comunión del ser.

Pienso que los tres son convocados por la belleza de la humildad.

Quizá, según el plan de Dios, es María el conectivo. La Belleza que convoca.

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¿Es el bien más o menos intenso?

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La noción de "intensidad" la reservamos para la esencia, que puede crecer más o menos.

El acto de ser no es intensivo.


El bien trascendental no es más o menos "intenso".

El bien esencial sí que es más o menos "intenso".

Mi bien trascendental es el don de mi vida cuando sea acogida por Dios. Este bien no crece, es mi Réplica.

Mi vida, sin embargo, sí que va creciendo, y ese crecimiento es precisamente mi bien "esencial", que voy otorgando libremente.

Mi esencia (mi vida) es un bien (esencial) porque, gracias a ella, entro en comunión de amor con el otro.
Es lo que en mí es también de otro.

Para el universo el Bien trascendental es la tetracausalidad querida por Dios, y el bien esencial su despliegue según el orden divino.

Para cada persona el Bien trascendental es su Réplica como Don acogido por Dios.
Su bien esencial es el otorgamiento que va realizando de su vida.


El bien más alto, es Dios, la Esencia divina, el Don del Espíritu Santo, que es Fuego que no se consume ni se consuma, que no crece.

En Dios Ser y Esencia se identifican. Dios es simple.


El bien es conectivo entre las personas, o conectivo del amor. Nos otorgamos bienes.

La noción de "intensidad" puede entonces describirse como mayor o menor cercanía de la esencia (del don de las personas) al Don Absoluto, el Amor que es la fuente de la comunión entre Personas.
La mayor cercanía, o identificación, es el Verbo, donde inhiere mi Réplica.

Un mismo bien puede ser, esencialmente, más o menos intenso. Depende de cómo jueguen las personas.


Nótese que Polo, describe la noción de "alternativa" como el encuentro con un modo de "vivir" mejor.
Así, hablando de las oportunidades que aparecen en la vida, al presentarse, podemos descubrir una mayor sociabilidad o comunión de amor.

La vida, que es la esencia humana, crece cuando hay mayor Comunión, cercanía al Amor.

En definitiva, a un mismo bien, a una misma oportunidad, se le puede sacar más punta según la libertad, es decir, según juguemos en el ámbito de la máxima amplitud.  

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¿Es lo mismo fin que bien?

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Al estudiar la moralidad de las acciones humanas se suele decir que el fin tiene razón de bien.

En efecto, el fin es el bien que se intenta al actuar.

Sin embargo, no todo bien es fin, pues hay bienes que nunca terminan.

Por ejemplo, la felicidad vivida en el orden del Amor.

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¿Es el bien un don?

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En Antropología, el bien, efusión del ser, es un don que se queda dentro.

Al darlo no se pierde. (Pues siempre encontrará correspondencia, si no, ese amor habría que matarlo. Dios, sin embargo, que tiene memoria, en último término se encarga de guardarlo).

Y el alma crece, esperando que el don sea aceptado y recuperado con creces.

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¿Tiene normas la libertad?

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Sí, las normas éticas.
Las normas éticas son leyes del ser libre para ser libre.
La primera es "haz el bien y crecerás".

El ser humano es un ser libre, es un ser personal, dueño de sí, debe destinarse y para destinarse necesita conocer su destino y el camino que conduce a él.
Destino que no se le impone. Libremente, la libertad se trueca en búsqueda de su destino.
El hombre libre es capaz de entender su destino y el camino.

Al ser libre puede seguirlo o no. Y puede cantarle.

Es aquí donde podemos ya comprender la normatividad ética propia de la libertad humana.

Las leyes éticas no son leyes físicas que nos determinan, son leyes del ser libre para ser libre, para destinarse libremente a su destino.

Veámoslo:

En la medida en que se entiende y se ama el destino, somos más libres, más dueños de nosotros mismos.

La ética descubre así dos series de nociones que son enteramente originales del hombre libre, a saber, bien-mal, virtud-vicio.

Bien y mal no se puede decir de lo físico, a no ser que abusemos de las palabras. La explosión de una supernova no es ni buena ni mala.
Buena mesa y mala mesa, o buen clima y mal clima, son acepciones secundarias.
Bien y mal, primariamente, son nociones estrictamente éticas que sólo se captan si se es libre. Lo bueno me conduce a mi destino, que libremente he de darme. Lo malo me separa de mi destino.

Haz el bien y crecerás es la primera norma ética, la primera norma de la libertad, del ser libre para ser libre.

Por otra parte, el cumplimiento o no de las leyes morales, modifica intrínsecamente la capacidad de realizar las acciones. Aparecen las virtudes y los vicios que perfeccionan o malogran la voluntad humana.

Ya tenemos las tres dimensiones de la ética: normas, bienes y virtudes.







De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 61.2, 62.3 y 63

Para saber más:
sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
sobre la ley natural, ver etiqueta 6.2.0
sobre ética, ver etiqueta 9.0.0
sobre el bien, ver etiqueta 5.2.2
sobre la virtud, ver etiqueta 6.2.5

sobre el destino, ver etiqueta 13.0.0
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¿Qué es lo bueno y lo malo?

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Primaria, estricta y propiamente, decimos bueno y malo
de lo que hacemos según las decisiones libres.

Bueno si nos mejora. Malo si nos empeora.

Si nos mejora respecto de la vida lograda o si nos empeora respecto de la vida lograda.

La vida lograda es la que será aceptada por Aquél que no puede morir. El bien y el mal se miden, en último término, según el grado de Comunión (de Amor) que aseguran.

Originariamente, la alternativa bueno y malo es ética.

Aunque el animal percibe las situaciones de agrado o inconveniencia con su estado biológico y los estima (con el sentido interno denominado clásicamente "estimativa") como convenientes o inconvenientes, es decir, como situación que le determinará a intentar alcanzar o como algo a evitar, ese sentido de bueno y malo no es el sentido moral de  lo bueno de y lo malo.

Es un sentido secundario, como cuando decimos buena salud o mala salud. No tiene que ver con la libertad. No es una opción que esté en mis manos.

Muchas veces nos encontramos en la vida en situaciones que nos parecen malas, pero nos damos cuenta de que si esas situaciones no dependen de nosotros, no son malas, aunque mucho nos perturben.
No son malas en el sentido primario de lo bueno y de lo malo, que es el sentido moral, del que somos responsables.

Es bueno encontrar un tesoro, pero no es un bien que se derive de una decisión libre.







De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 63.3-4


Para saber más:
sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
sobre la ética, ver etiqueta 9.0.0
sobre el arranque de la ética, ver etiqueta 9.1.0
sobre la ley natural, ver etiqueta 6.2.0
sobre la virtud, ver etiqueta 6.2.5

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¿Cómo saber quiénes son personas?

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Sabemos que un ser es una persona humana cuando se manifiesta su naturaleza.
Como una persona es un animal que tiene razón, cuando un animal habla, sabemos que es persona.
Ésta es doctrina clásica, poseída pacíficamente.
Tomás de Aquino dirá que hay persona cuando hay forma humana, naturaleza humana.

Desde un planteamiento nominalista las cosas cambian, pues para el nominalismo cada individuo es distinto de los demás. No hay una naturaleza común.
Somos nosotros los que inventamos la etiqueta "hombre" y la ponemos a ciertos individuos. Habrá que recurrir al consenso o a la autoridad del legislador para saber quién es hombre y quién no.
Para unos el determinante será la autoconciencia, para otros el uso de razón y la libertad, para otros la edad.

En la práctica estas teorías han tenido mucha importancia a la hora de legislar sobre el aborto, la experimentación con embriones humanos, la esterilización de los deficientes mentales, y casos semejantes.

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En ambos casos, ya sea porque la naturaleza humana aún no se ha manifestado suficientemente, o ya sea porque no admitimos la existencia de una naturaleza humana, parece difícil llamar persona a un embrión.

¿Cómo reconocer la persona que es un embrión humano?
Primero tenemos que darnos cuenta de que la noción de persona designa a un ser con una dignidad superior a los demás seres, pues la persona es un ser abierto a la trascendencia. Aunque a veces no lo manifieste, aunque no tenga aún la capacidad de enterarse de los primeros principios de la realidad, ya los posee.
La persona humana es una luz siempre encendida, llamémosle intelecto agente, o inteligir como persona, o libertad trascendental.
Para ver tenemos que abrir los ojos.
Un embrión humano no conoce (aún tiene los párpados cerrados) pero por dentro está abierto, es una relación subsistente.

El ser no se "identifica" nunca con sus manifestaciones externas.
(La composición real de acto de ser y esencia vige siempre en la criatura).
Gracias a las manifestaciones externas podemos tener indicios. Pero la persona se puede manifestar más o menos, o nunca.

El óvulo fecundado es persona humana.
Tiene un destino trascendente.
Es un ser abierto por dentro, aunque aún no lo esté por fuera.





Ideas sacadas de Rafael Corazón. Filosofía del conocimiento, pp 118-121.

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¿Qué ventaja tiene estudiar la ética en relación con la teoría de la evolución?

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Estudiar la ética en relación con la teoría de la evolución tiene la ventaja de darnos cuenta de cómo la ética impregna todo lo que existe en el hombre y correlativamente toda la acción humana.

No hay nada en el hombre que no tenga que ver con la ética. No hay nada en el hombre impermeable, aislado, autónomo de la ética.

O crecemos (y eso es la ética, el crecer del hombre, la ciencia del crecimiento humano hacia la felicidad), o nos extinguimos. Cada célula de mi cuerpo tiene una misión, un deber personal, mío. No está al servicio de la especie humana sino de mi libertad.

Así se esclarece el inicio de la vida del embrión humano y el sentido de la muerte y del dolor que la acompaña.
Éticamente triunfan la concepción y los cuidados paliativos.








De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 27.2

Para saber más sobre la teoría de la evolución ver la etiqueta 9.1.0

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¿Está la ética entrelazada con la biología humana?

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Ciertamente.
El hombre es un ser ético desde su concepción. O crece, en tanto que hombre, o se muere.

Fíjense que ya la hominización no fue un proceso de adaptación al medio.

El proceso de hominización tendía a la aparición de manos hábiles para el trabajo.
O el hombre se pone a trabajar o la especie no puede subsistir.

Los problemas éticos están engarzados ante todo en la biología tecnológica del ser humano.

El cuerpo humano está hecho para ser instrumento de una inteligencia espiritual. Si la inteligencia no aparece, no es viable.
De ahí que hasta que aparezca en los niños, hay que ocuparse de ellos. Tenemos el deber, ético, de cuidar a los seres humanos cuyo cuerpo no permite que el espíritu se manifieste.

La ética nunca debe ser marginada. Por ejemplo, modificar el código genético humano, sin conocer las implicaciones  de la modificación, es un atentado a la dignidad de la persona humana. Aquí está la base para explicar si querer cambiar de sexo es ético, es decir, si una persona, cognoscente y amante, debe hacerlo. Les dejo reflexionar.












De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 45.4.


Para saber más:
sobre la ética, ver etiqueta 9.0.0
sobre la evolución, ver etiqueta 9.1.0
sobre el arranque de la ética, ver etiqueta 9.1.0

sobre la hominización, ver etiqueta 9.1.0
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¿Cuándo arranca la ética?

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La ética arranca en el momento en que aparece la inteligencia de la persona humana.

La evolución de los homínidos, que no son personas, llega a su cima cuando son capaces de trabajar. Entonces, o inventan instrumentos para adaptar el medio a sus necesidades o se extinguen dada su inadaptación al medio.

O aparece la inteligencia o desaparecen.

La inteligencia trae consigo el conocer "lo que" nos hace sobrevivir y crecer, lo ético.

Entonces, el "deber" de los hombres es actuar inteligentemente.

El trabajo no es un proceso automático (como el laborar de las hormigas y de los homínidos) sino ético.

Para sobrevivir el hombre "debe" trabajar, pues al culminar la hominización, como acabamos de decir, el cuerpo del hombre queda libre de la necesidad primaria y refleja de adaptarse al medio.
Ahora "debe" adaptar él el medio.

Las neuronas libres permiten que la vitalidad del hombre conecte con su potencialidad manual: ya puede producir novedades.
Luego "debe" producir novedades.
En éste instante arranca la ética.

Son de notar los muchos asuntos humanos de toda índole que se esclarecen cuando tenemos en cuenta que el hombre ya puede trabajar.
Sin embargo, de nada le serviría poder trabajar si no es capaz de controlar su conducta, "sabiendo" a dónde va, "conociendo" lo que quiere.

El hombre "debe" saber que "debe" trabajar.
Sin saber de sí, sin espíritu, el hombre es inviable. La ética arranca al aparecer la inteligencia, espiritual: al llegar al uso de la razón.

¿Sólo habrá ética, entonces, cuando alcanzamos los siete años?
No. Hemos defendido que el crecimiento del embrión también es ético. De una parte porque los padres "deben" dejarle vivir y desarrollarse, pero también porque el cuerpo del embrión humano pertenece a la especie humana y la humanidad es una especie "humanizada", que vive en comunión "inteligente" para cuidar unos de otros.

Más aún, cuando usted y yo éramos embriones, lo mejor que pudimos hacer es desarrollarnos.
Aquel embrión era ya nuestro cuerpo, no tenemos otro.

La especie humana es "racional", luego es "ética". Tiene su destino en sus manos.






De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 40.2

Le puede a usted interesar echar una ojeada a la etiqueta 9.2.1 que habla de la "humanización"

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¿Deben ser neutras las ciencias?

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Las ciencias son neutras.

Los científicos no deben serlo.

La economía, la medicina o la arquitectura no pueden hacer juicios éticos.

El economista, el médico o el arquitecto sí deben hacer juicios éticos, pues deben trascender la autonomía de sus ciencias, subordinándolas a los criterios de la vida buena.

La ética tiene la última palabra.


La biología es también neutra. Pero el biólogo debe conocer la bioética, subordinando su ciencia a la vida buena creciente.
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¿Podremos recuperar el tiempo perdido?

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La vida vivida ya es como es. El tiempo humano como medida de nuestras decisiones terrenas se acaba y el crecimiento de la vida en este mundo termina.

Podemos perder el tiempo al no tomar, audazmente, las opciones que convienen.

Este es un primer modo de morir: nos morimos porque somos mortales y al separarse el alma del cuerpo, las decisiones tomadas son lo que han sido.

Ese tiempo es irrecuperable.

Hay, sin embargo, un segundo sentido del morir: llegar a término, interpretando nuestro pasado histórico al modo del amor.

Al morir podemos completar o consumar nuestra vida como un don.

En este sentido sí podemos recuperar, antes o después de la muerte, el tiempo perdido, pues es posible desandar lo andado, rectificar, acelerar, alcanzar nuestro destino.

Esto es la buena hermenéutica. No quedarse en el estudio del contexto que explique lo que pasó, sino sacar provecho del pasado.

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Además, en la novedad de la eternidad, Dios puede rehacernos, refundirnos, como se funden las campanas.

La ética es la ciencia de saber hacer crecer la vida, completarla aprovechando el pasado, y lanzarla hacia adelante, aprendiendo a morir.

Más que de muerte digna conviene hablar de una vida acabadamente consumada hacia la felicidad.

Que la muerte no sea como un aborto. No morir como un imbécil.

Conviene, pues, instar a todos a recuperar el tiempo perdido, porque realmente pocos hombres nos libramos de perder el tiempo.

Una larga enfermedad puede ser la oportunidad para refundirnos.

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¿Es malo abortar?

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El aborto es un atentado contra el hombre, porque es la interrupción del crecimiento humano.

Un embrión no pierde el tiempo. Se dedica sin interrupción a multiplicarse celularmente, diferenciándose: ¡magnífica existencia la del embrión!

Todo lo que vaya contra el crecimiento humano es simplemente malo.
Abortar es malo.

No educar a la gente, no darle la verdad según la cual puede perfeccionarse, es malo.

También es malo reducir al hombre a la condición de pieza de un sistema de montaje cuya misión es hacer coches; durante toda su vida de trabajo, a ese obrero le resultará difícil mejorar como hombre. El empresario que gerencia tal organización atenta contra el hombre: hace perder el tiempo a sus empleados y lo pierde él.


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