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¿Dónde cojea el planteamiento clásico de la convertibilidad de los trascendentales?

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En el planteamiento clásico la convertibilidad de los trascendentales es una noción bastante confusa.

Tomás de Aquino sostiene que los trascendentales exigen ser idénticos en la realidad.
Es un modo de enfocar el asunto que depende de qué se entienda por identidad real.

Polo no está de acuerdo en entender el "uno" como hacen los clásicos, es decir, como la indivisión del ente, ya que el ente admite distinción, pues es afectado por su doble sentido nominal y verbal. De lo contrario caemos en la noción parmenídea de ente.

Según la propuesta de Polo, el primer trascendental no es el ente, sino el "acto de ser" (que es plural : Dios, acto de ser personal, acto de ser del universo).

El acto de ser del universo (persitencia o principio real de no contradicción) es advertido como primer principio. Pero los primeros principios reales son tres : el acto de ser del universo, el principio de causalidad trascendental y Dios como principio de Identidad (Origen).
La Identidad Originaria es obviamente trascendental como primer principio.

El primer trascendental es el acto de ser; pero como el acto de ser muestra una clara pluralidad (repito : Dios, acto de ser personal, acto de ser del universo), diremos que primariamente el "acto de ser" se distingue  o se divide en dos: ser Increado (Dios, Origen e Identidad originaria) y ser creado.
La primacía corresponde a Dios.

En los actos de ser creados se distingue el ser creado extramental (la persistencia del universo o principio real de no contradicción) y el ser personal, que conviene llamar segundo o co-ser. Esto no comporta inferioridad, sino más bien al revés. El ser creado más alto es persona, ser abierto en intimidad.

Por consiguiente diremos que el planteamiento clásico cojea en que ignora los trascendentales personales (co-ser, libertad, inteligir personal y amar personal) y así se hace problemática la convertibilidad de los trascendentales que estudia la metafísica (ser, verdad, bien y belleza).



En L. Polo. Antropología trascendental. Tomo I. La persona humana. p. 77, 4 a 79 escribe sobre este asunto.

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