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¿Cuál es el sentido trascendental del yo?

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Adorar-yo.

La persona equivale al yo en tanto que someterse a Dios estriba en adorarlo.

De este modo, con el pronombre "yo" no se expresa la individualidad de un sujeto subsistente independiente de Dios sino que se atestigua el entero sometimiento de la persona creada a Dios.

La explicación la encontraremos en lo que Polo llama “continuación en búsqueda”.

El yo como adoración viene a ser una renuncia a hacerse notar, es decir, el reconocimiento de que la persona humana es más distinta de Dios que de la nada (depende más de Dios que de la nada). Ese reconocimiento es un adorar en silencio aunque tenga un cierto valor locutivo: adoro-yo.

Con esa renuncia a hacer ruido, no olvidemos que persona tiene que ver con personare (resonar) y que por lo tanto la persona humana es una llamada a la atención de Dios, con esa renuncia, digo, el yo que la sindéresis manifiesta, desaparece sumándose a la búsqueda de Réplica.

Desde luego no se trata de un sometimiento pasivo; sin embargo, como la adoración marca el simple “respecto” a la Transcendencia, en cierto modo el yo desaparece en la adoración o se incluye en la adoración, lo que es mejor.

El sentido trascendental del yo es el más afín al libre descubrimiento de la carencia de réplica.

El olvido del yo u olvido de sí no es vacío interior sino impulso hacia el encuentro futuro con Dios.

De esto habla Polo en Antropología trascendental I, p. 211.4, y nota 15.
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