Es correcta en tanto que quiere decir que no hay conceptos innatos, que todo conocimiento intelectual es una ganancia neta. No tenemos ninguna reserva eidética (no nacemos con ideas).
Sin embargo, la expresión se entiende mal cuando sugiere que el entendimiento tiene ya una naturaleza (como una tablilla de cera intacta o una hoja de papel no escrita).
A ello se añade la engañosa sugerencia de que el conocimiento intelectual es pasivo y que los conceptos se forman en la mente por influencia de algo externo, como si ésta fuera una exigencia del realismo.
De esto hablan Fernando Inciarte y Alejandro Llano en "Metafísica tras el final de la Metafísica" p. 51, 2.
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