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Desde muy pronto.
Lo que el filósofo admira es lo que no cambia : la esencia, el meollo, la ousía de las cosas.
Tras la admiración ante lo intemporal, nos damos cuenta de que los entes tienen una verdad. No se dan a lo bruto.
Esa verdad de las cosas hace que el ente no sea meramente óntico, sino onto-lógos, ontológico.
Desde entonces la filosofía, además de admirarse ante lo real, ante lo que no cambia, trata de las esencias.
La realidad es prioritaria. Pero el filósofo hace con ella una onto-logía de lo esencial.
No es un guardia urbano. No es un turista.
Es más bien poeta, artista.
Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.48.3
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