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Juan A. García González, en el artículo que comentamos, esquematiza las aperturas de la persona humana. Es didáctico.
Así dice que la persona se abre hacia fuera y hacia dentro.
El abrirse es posible gracias al desdoblarse del ser personal (cosa que no puede hacer el ser del universo, o ser que estudia la metafísica, pues es un ser sencillo).
Ese desdoblamiento se inicia al dualizarse el ser con los hábitos superiores (que Juan A. García Gz. llama entitativos) : es decir, con el hábito de los primeros principios, con la sindéresis, con el hábito de sabiduría y con la gracia.
Según la sindéresis, la persona se abre inherentemente, disponiendo del universo, por su acción.
(En este punto prefiero la terminología de Piá, que no utiliza la expresión "hacia fuera" para designar a esta apertura, sino que la llama "inherente" a la persona).
Según el hábito de los primeros principios, la persona se abre generosamente al exterior, a la creación y al Creador, reconociéndolos (no olvidemos que los primeros principios reales son tres: el ser del universo, la causalidad trascendental y el Origen).
Según el hábito de sabiduría, la persona se abre íntimamente, conociéndose.
Según la gracia, la persona se abre en Dios, hacia Dios, gozando de su filiación.
Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009
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