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Llamamos ámbito de la máxima amplitud a la intimidad de la originaria identidad divina.
La persona lo sabe de dos modos:
Primero, al deponer su propio saber.
La sabiduría humana se alcanza a sí misma sin consumación. El entender personal busca, continuándola.
Mi verdad última depende de una sabiduría mayor que la mía. Coexisto en Dios. Su juicio es inexcusable. Es en su ámbito donde viviré eternamente, conociendome como El me conoce.
Segundo, al descubrir que somos objeto de la predilección divina.
En Introducción a la Filosofía, Polo utiliza un sugestivo argumento: la suerte que he tenido.
En efecto, hubiera bastado que otro espermatozoide se adelantara, para que naciera en mi lugar una persona diferente.
En su amplitud máxima, intereso a Dios.
Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 352, 2
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