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Los dos sentidos primarios del acto (1.2.1) son la entelécheia (la consideración estática de la actividad que "mantiene" el resultado) y la enérgeia (operación o praxis). No hablamos aquí del tercer sentido aristotélico de acto que es el movimiento.
La filosofía clásica da prioridad a la entelécheia, por lo que la forma substancial es llamada acto primero.
Los accidentes (y las operaciones, desde este punto de vista substancialista, son consideradas como accidentes) son llamados actos segundos.
El acto de ser no había sido descubierto todavía (se le atribuye a Tomás de Aquino). Siendo el acto de los actos, bien podemos aplicarle también el nombre de acto primero.
La propuesta de Polo es ampliar esa distinción de actos.
El acto de ser personal, dice, es distinto del acto de ser del universo.
Es correcto llamar al acto de ser del universo acto primero.
Pero siendo el acto de ser personal distinto, debemos encontrar otro sentido del acto (de ahí que la propuesta sea una ampliación), es el sentido de ser "segundo".
No como acto segundo al modo del accidente o de la operación, sino en el sentido de que el ser personal se añade libremente al ser primero.
Ahora entendemos que Polo diga que el ser personal es distinto de aquél que se ocupa la metafísica.
Clásicamente la metafísica se ocupa del estudio del ente en cuanto ente.
La persona es un tipo de ente.
El conocimiento se considera como un accidente de la sustancia que es cada hombre.
Polo, filósofo de la distinción, y siguiendo la observación aristotélica que dice que no es lo mismo el acto como entelécheia (substancia) que el acto como enérgeia (acto de conocer) propone distinguir el tema de la metafísica, que es el ser natural (ser primero), del tema de la antropología, que es el ser personal humano (ser segundo).
No son dos tipos del ente en general, porque el ser personal es radicalmente libre, no depende de la naturaleza.
Esta distinción no fue alcanzada por Aristóteles. De ahí la novedad de la propuesta poliana.
Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 328.2
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